Sentado en el metro, a pesar de lo incomodo que puede llegar a ser, me dio por escribir algunas notas que reproduzco a continuación. Bien es cierto que hoy más que nunca hemos de tomarnos en serio las consignas sanitarias actuales: guardar las distancias, llevar mascarilla, lavarse continuamente las manos, hacer ejercicio, comer bien, etc. Sin embargo, de nuestro estado anímico que poco se habla, como, por ejemplo, de las cosas que nos afectan, pero que no dependen de nosotros.

José Carlos Ruiz, en su libro el Arte de pensar, sostenía que todo aquello que "no podemos controlar hay que saber identificarlo rápidamente y no dejar que nos influya, que nos perturbe". Sabio consejo porque ahora tenemos que cuidarnos mucho y no debemos dejarnos atrapar por las opiniones malintencionadas, publicadas en las redes sociales que nos pueden afectar. Según el filósofo griego Epícteto (55-135) no podemos controlar lo que otras personas logran obtener o conseguir en su vida. De manera que, aquellas personas que se dedican a verter opiniones malsanas en las redes sociales, para nada deben afectarnos; allá ellos con sus comentarios. Vale la pena seguir los consejos de algunos de los estoicos como Epícteto, para que nos afecten negativamente.

Explica también Ruiz que podemos controlar nuestras opiniones, analizar y reflexionar, "tener criterio propio de cara a poder forjar nuestra opinión y no asumir las de los demás sin previo análisis". A veces Twitter se utiliza torticeramente para lanzar, en pocas palabras, mentiras con el fin de manipular la opinión pública. Un ejemplo ilustrativo de este uso es el que hace el señor Trump, que utiliza este medio como herramienta de manipulación mediática. De igual forma, en Facebook o en WhatsApp el ansia de ver el máximo posible de comentarios en el menor tiempo impide comprobar las fuentes de la noticia e incluso la fecha, pues muchas veces la información está muy desfasada.

El problema se agrava cuando en los comentarios que leemos o escuchamos en las redes sociales y/o en los medios de comunicación, confundimos ofensa y daño. Como expone Lou Marinoff en su libro Pregúntale a Platón: "el precio de esta confusión, tanto a nivel personal como social, ha sido enorme". Frente a los comentarios de determinados políticos, podemos negarnos a sentirnos ofendidos y con ello proteger nuestro bienestar; o por el contrario, ir buscando la ofensa en cada esquina maximizando nuestro malestar.

Thomas Hobbes (1651) nos cuenta que las personas recurren a la violencia "por nimiedades tales como una palabra, una sonrisa, una opinión distinta o cualquier otra muestra de infravaloración€[que]€matan por la sencilla razón de que les faltan al respeto".

Por último, ya que en la parada siguiente me apeo, es necesario comentar que el tiempo, según el filósofo Marco Aurelio (121-180) en sus Meditaciones está "tasado, y si no aprovechas esta oportunidad para sosegarte, ese tiempo pasará, y tú también pasarás y no tendrás una segunda oportunidad". Nuestro tiempo, no el del vecino, es único, como lo es nuestra vida.