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Personalidades inesperadas

En plena edad media Trotula y sus compañeras en la escuela de Salerno escribían tratados de medicina que circularon por todo el mundo

Cuentan que Trotta o Trotula de Salerno nació y vivió en el siglo XII en la ciudad italiana de la que toma el nombre,. En ella, en el siglo XI, se emplazaba la Escuela de Medicina de Salerno, la primera que no dependía de la Iglesia, que admitía a árabes y judíos, e incluso a mujeres. Trotula fue profesora en ese centro de estudio, en el que varias mujeres despuntaron en el arte de curar, y la más conocida, por su labor en el campo de la ginecología, la obstetricia y la puericultura.

Sobre ella, sobre la autoría de sus textos, su género y hasta sobre su existencia sobrevuelan muchas dudas y controversias. Los textos que se le atribuyen fueron muy populares en la Edad Media y se tradujeron a varias lenguas. Algunos investigadores han llegado a la conclusión de que su tratado sobre obstetricia es resultado de la fusión de tres textos, cada uno de un autor y ninguno femenino. Otros no dudan de la autenticidad de Trotula y la ubican con precisión en el tiempo y en un espacio geográfico. Pudiera ser que Trotula tuviera más de legendario que de histórico, lo que no hace menos interesante al personaje.

Trotula era una defensora de que a las mujeres, durante el parto y para mitigar el dolor, se les administraran opiáceos, una práctica a la que las autoridades eclesiásticas de la época se oponían, es de suponer que por no contravenir el mandato bíblico de parir con dolor. También escribió sobre la infertilidad, como un problema tanto femenino como masculino. Si esas cuestiones aún generan incomodidad hoy en día, ni decir lo revolucionarios y hasta peligrosos que los planteamientos de Trotula resultarían en tiempos del feudalismo y las Cruzadas. La doctora italiana también postulaba la eficacia de la higiene para prevenir infecciones y enfermedades. La personalidad de Trotula y su acercamiento a los problemas médicos de las mujeres resultan tan innovadores y arriesgados para su época que si no existió merece de sobra el haber sido inventada.

Solemos mirar al pasado con mirada soberbia, como si detrás de nosotros solo hubiera tierra quemada. Pensamos que quienes nos antecedieron eran seres a medio hacer, algo infantiles, ignorantes y a menudo brutales, muy lejos, por supuesto, de nuestra sofisticación, intelectual y moral, no digamos tecnológica. De vez en cuando, en ese discurso lineal y plano de la historia, nos sorprende alguna personalidad, que conecta inesperadamente y de un modo muy afinado con la sensibilidad contemporánea. Trotula, desafiando las supersticiones religiosas para aliviar el dolor de las mujeres y los niños, es una de ellas, y con ella Rebeca Guarna, precursora de los análisis de orina para diagnosticar enfermedades; Francesca de Roma, con licencia de cirujana; Costanza Calenda, ya hacia el siglo XV, y algunas otras, dedicadas a la medicina, que han pasado a la historia como las Mujeres de Salerno. Vistas hoy resultan excepcionales y, sin embargo, a poco que se indague, surgen más mujeres que no acaban de encajar con el estereotipo temporal que les correspondería. La excepcionalidad, a fuerza de repetirse, acaba convertida en norma y eso hace sospechar que a lo largo de la historia ha habido más mujeres conscientes de su valía y dispuestas a ejercitarla, brillantemente en muchas ocasiones, de las que nos han contado.

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