En tiempos de esta pandemia no debemos olvidar el calendario vacunal. Se está corriendo el riesgo de que los niños en general y, sobre todo, en los menores de 15 meses no se esté cumpliendo correctamente el Calendario Vacunal establecido, por el miedo de los padres a acudir a los Centros de Salud.

Se ha visto en el Reino Unido en estos dos últimos meses un descenso de al menos el 20% de aplicación de las vacunas con el riesgo que esto comporta. También en EE. UU. un informe de mil pediatras señalaba que tomando como base la semana del 16 de febrero, se encontró que, durante la semana del 5 de abril, la administración de la vacuna triple vírica había experimentado un descenso del 50% y la del virus del papiloma humano del 73%. UNICEF y la OMS han mostrado su preocupación ya que se han suspendido más de dos docenas de programas nacionales de vacunación lo que deja muy vulnerables a más de 100 millones de niños.

Por supuesto hay que ofertar todos los mecanismos de seguridad para evitar infecciones por el SARS-COV-2. En caso de retrasos evidentes y significativos en la aplicación de vacunas, se deben hacer planes de «recuperación acelerada» que ya conocen sus pediatras. Esta forma de actuar permitiría, no solo, mantener la protección individual, sino también la deseada protección de «rebaño», que desaparece cuando las coberturas vacunales bajan de forma significativa. Es decir, que, aunque exista una pandemia por la COVID-19, no se debe retrasar la administración de vacunas del Calendario vacunal, en especial por debajo de los 15 meses.

Los expertos en Salud temen que pueden aparecer brotes de enfermedades inmunoprevenibles. Esta actitud vacunal se debe mantener también a las embarazadas y pacientes vulnerables al COVID-19. Para las demás vacunas, Sanidad aplaza el calendario vacunal durante el estado de alarma.

Por otra parte, hay que saber que vacunas como la triple vírica, aparte de proteger frente a las enfermedades como sarampión, rubéola y parotiditis, producidas por virus, estimulan el sistema inmune a través del llamado «efecto heterólogo de las vacunas». Esto significa que algunas vacunas (tuberculosis, sarampión y vacuna oral de la polio) podrían tener efectos heterólogos o no específicos, más allá del microorganismo diana de cada una de ellas. Esto es, protección frente a otros agentes infecciosos.

Actualmente, bajo el extraordinario impacto de la pandemia causada por el nuevo coronavirus (SARS-CoV-2) se han revitalizado las investigaciones sobre los efectos heterólogos de la vacuna de la tuberculosis, esta vez buscando pruebas de una posible protección frente al COVID-19 ya que se produce una «inmunidad entrenada», es decir que los vacunados contra la tuberculosis responden mejor frente a cualquier infección. Se ha visto que los niños vacunados con la BCG (tuberculosis) tienen menor riesgo de hospitalización por infecciones respiratorias y menor incidencia de sepsis que los no vacunados con BCG. No hay aún evidencia científica de esta hipótesis. El tiempo dirá lo que tenga que ser.

No obstante, un aspecto positivo de la pandemia es el creciente interés y actitud positiva de los padres hacia las vacunas, tras años de haber sido bombardeados por los antivacunas. Los padres están reconociendo lo devastadoras que pueden ser las enfermedades infecciosas.