O si lo prefieren del sol, el mar, el cielo y tú que cantaban en un tiempo cada vez más lejano el grupo Formula V. «Hablemos del amor, una vez más» decía Raphael para acabar resumiendo a renglón seguido «que es toda la verdad de nuestra vida». Ahí queda eso. Era el «Verano del amor» de 1967 que los Beatles habían solemnizando, All You Need Is Love, en retransmisión global. Hablemos del amor o si lo prefieren, de las hojas de los plátanos que cubren las avenidas con la llegada de los primeros anuncios del verano. O de las jacarandas que ponen ese punto de exotismo cromático en nuestro arbolado urbano. Podríamos hablar de tantas cosas, si no fuera porque en estos últimos meses el virus que vino una noche a cenar ha acabado quedándose como menú diario y monopolizando nuestro índice temático. Sólo hay que echar una ojeada a nuestros vecinos de columna. La pandemia nuestra de cada dia. El poder mutante, transformador, de este virus nadie lo pone en duda, y si no, ahí están los votantes de Vox saliendo a la calle para reclamar libertad. Libertad con ira, por supuesto. Estos mismos votantes, nostálgicos de un Franquismo que había dejado las libertades hechas unos zorros durante cuarenta años. Vamos, que escuchar en sus bocas la palabra libertad resulta tan ofensivo, o si se prefiere, estrambótico, como encontrar un programa dedicado a la lectura de los libros en la rejilla de Tele 5. O que TVE hiciera un remake de La Clave presentado por Bertín Osborne.

De momento, si es posible, hablemos del amor, una vez más, como volvía a reclamar Raphael por si la cosa no había quedado suficientemente aclarada. Del amor o de estos días de primavera en que ya puede olerse el verano y las dos estaciones parecen intercambiar sus papeles de vecindad. Y de este cielo azul celeste antes que el aire del verano todo lo borre con esa luz turbadora propia de un texto de Albert Camus. Pero todavía estamos en primavera, la estación que en tu memoria de bachiller señalaba la recta final para los exámenes y parecía que la vida estaba fuera de la clase y te empujaba a escapar por la ventana y hacer novillos en un día de playa. El mar, una vez más como territorio de libertad. Leo algunas de las novedades que preparan los ayuntamientos para disfrutar de la playa de este verano que está a la vuelta de la esquina. Por mi parte, ya hace tiempo que practico el distanciamiento social en lo que se refiere a la playa y procuro eludir las horas más concurridas, así que voy a aplaudir cualquier medida que se tome con tal de evitar que tu vecino te llene la cara de arena jugando al futbol o que el olor de la crema bronceadora de la señora de la sombrilla de al lado eche a perder el sabor de tu bocadillo vegetal de atún, tomate y mayonesa. De manera que podré volver a practicar tranquilamente y sin interferencias uno de los deportes más agotadores del verano: Leer un libro tumbado en la arena de la playa.