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La ventana

Es difícil no encenderse

Bill Gates anticipó la pandemia y su visionado deja con la boca abierta. Previamente, el «relaxing cup of café con leche» nos liberó de otro berenjenal en este ejercicio y nadie lo reconoce. Hay que ser cicateros.

Quizá por eso he revivido mis primeros telejuegos en México´68. Menudo año: primavera de Praga, asesinatos de Martin L. King y Robert Kennedy, mayo francés... y, a diez días de que Enriqueta Basilio encendiera el pebetero de blanco purificador para su género al ser la primera mujer en prender la llama, se produjo a dos palmos la matanza de cientos de estudiantes dejándolo todo pendiendo de un hilo. Finalmente las marcas serían espectaculares y, el calentamiento, de récord.

Atletas negros estadounidenses estuvieron en un tris de no acudir, pero fueron. Antes de dirigirse al podio de los 200, Smith y John Carlos advirtieron que, de acercarse el presi del COI, no saldrían. Sobre Avery Brundage hay dudas de si era más filonazi que racista o al contrario. Al escaquearse, el black power de los medallistas se convirtió en la imagen. Cuando se tardó un rato enorme en dar con una cinta capaz de medir la longitud de Beamon, nadie desmintió que la tuviese Brundage.

En medio de ese clima no era fácil dar con los nuestros. Mujeres compitieron dos. Antes de partir Mari Paz Corominas, finalista y todo, lo que escuchaba a su alrededor era: «¿¡Pero cómo puedes dejar hacer eso a tu hija¡?». Y sobre la otra nadadora lo que salía de boca de familiares y monjas, «¡qué espalda, pareces un hombre!». Esteva fue el mejor en la piscina y eso que la mentalidad inculcada era que mucho no podían hacer. Moral había que echarle. Garriga preparó la cita entrenando la altura en una era donde trillaban trigo y, junto a Sola en altura, lo que celebraron fue la llegada de colchonetas para librarse de las costaladas. Luis Felipe Areta, que se lesionó poco antes de empezar la final de triple salto, vio una señal en ello y el hombre se metió a cura. En el año de la revoluciones y dado que España era un remanso de paz, con saber donde meterte ya ibas servido.

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