En el ámbito educativo una de las muchas consecuencias de la crisis del coronavirus ha sido pasar de un modelo educativo presencial a otro a distancia, en la que toda la comunidad educativa (estudiantes, docentes y familias), han debido de adaptarse a la llamada tele-enseñanza, tele-educación, docencia on line... Pero, ¿es la mejor solución? Y, sobre todo, ¿es la mejor solución para el futuro?

Para responder es necesario tener en cuenta algunas cosas que, aunque ya las sepamos, merece la pena recordar:

— La enseñanza no solo es instrucción, es educación, es decir, un espacio y un lugar donde niños y niñas se socializan y establecen relaciones sociales que son tan importantes como los contenidos que se les enseñan y que les permite progresar no solo como estudiantes, sino como personas.

— También la educación (desde infantil hasta la universidad) es un proceso en el que intervienen profesionales de la educación que deben no solo de acompañar al estudiante en su recorrido por el sistema educativo, sino que también influyen en su desarrollo personal y futuro. ¿Quién no ha tenido un maestro o maestra como "causa directa" de haber escogido un determinado desarrollo profesional?

— Por otra parte, es un espacio que promueve y lleva a la práctica valores humanos como la libertad y la democracia. El trabajo en asambleas en infantil, tutoría en primaria y secundaria, la elección de delegados, la participación en los órganos de organización del sistema€ son un laboratorio único, para que muchos valores (equidad, igualdad, tolerancia, respeto, diversidad€) puedan experimentarse de manera práctica. De ahí que la libertad de cátedra sea un derecho constitucional y que sea necesario evitar que los padres con su objeción de conciencia (pin parental) puedan suprimirla.

— La enseñanza es un ámbito privilegiado donde se intentan compensar las desigualdades sociales. De ahí el apoyo de las clases privilegiadas a la escuela privada que aísla a sus hijos e hijas de un entorno diverso y que les permiten desarrollar relaciones entre ellos, de las que extraerán dividendos en el futuro. La tele-enseñanza puede contribuir a que los desfavorecidos queden más desatendidos por el sistema y a que se agrande la brecha digital. Esta ha sido una de las razones (no sólo la inexperiencia) por las que el profesorado se ha visto obligado a trabajar más horas que con la docencia presencial.

Desde que se desarrolló el trabajo industrial y, sobre todo, desde que las mujeres empiezan a trabajar fuera de casa, padres y madres han descubierto la escuela como un lugar de cuidado, donde sus hijos e hijas están atendidos y hacen actividades provechosas mientras ellos trabajan. Esa imagen que denota una concepción asistencial de la educación, ha sido ampliamente superada por otra en la que la escuela forma y educa personas. No obstante, son muchas las resistencias a los cambios: aún tenemos organizados a los niños y niñas por "fecha de fabricación", tenemos un currículum que habla de capacidades y competencias, pero se sigue pensando, programando y evaluando en contenidos€ y, a todo esto, nos hemos topado de golpe con la tele-enseñanza.

La apuesta por la enseñanza a distancia se dio incluso antes de los ordenadores, con los medios audiovisuales, los programas de TV, etc. Eran propuestas tecnocráticas para abaratar costes de la enseñanza que es un servicio público costoso, como la sanidad, la seguridad social y los servicios sociales, y hay gente que quiere olvidarlo con tal de no pagar impuestos o de hacer negocio privatizándolos.

Pero la tele-enseñanza no es ninguna panacea y esta situación que estamos viviendo es buena prueba de ello. Ha sido fuentes de conflicto entre docentes que no estaban formados adecuadamente en cómo utilizarla y la utilizan como un medio donde enviar documentos o actividades. También ha creado conflictos en las familias que, en muchos casos, ni tienen dispositivos suficientes y adecuados, ni las redes inalámbricas de nuestros hogares aguantan la mayor parte de las veces el tráfico necesario (a no ser que se pueda pagar).

En esta situación, se están planteando medidas de reapertura de las escuelas e institutos cuando aún no hay suficientes evidencias científicas de los mecanismos de contagio, no se ha desarrollado vacuna y sin que las medidas de seguridad estén aún claras. La única herramienta eficaz que disponemos es el distanciamiento. Pero, con el actual número de alumnado por aula que se incrementó por el Partido Popular en la anterior crisis, sólo es factible reduciendo dicho número a la mitad o más, dependiendo del tamaño de la misma. ¿Se va a incrementar el número de docentes, como se ha hecho con el de sanitarios en la actual crisis?

La enseñanza, ni en sus niveles más elevados, es una tarea puramente intelectual. Las neurociencias han descubierto en los últimos años el importante papel de las emociones y del propio cuerpo en el aprendizaje y el papel del entorno, tanto a nivel de compañeros y compañeras, como de las mediaciones instrumentales. De ahí la importancia del trabajo cooperativo en grupo y del entorno (por ejemplo, el laboratorio o el trabajo de campo en ciencias y un largo etc. para cada una de las materias de aprendizaje). Es cierto que los ordenadores, tablets, móviles€ son un gran recurso para la enseñanza, con sus múltiples posibilidades de acceso a la información, juegos y programas de aprendizaje, simulaciones de experimentos, aplicaciones..., pero no son ni el único ni el principal instrumento de la misma.

Deberíamos preguntarnos: ¿Qué hace con nuestras mentes? Esta pregunta, en la que las pantallas ocupan cada vez buena parte de nuestro horario, fue contestada por el escritor estadounidense Nicholas George Carr: Superficialidad. ¿Qué sucedería si además se añade una enseñanza y aprendizaje centrada en el ordenador? Que se limitaría aún más el dialogo entre iguales y con el profesorado, que se obstaculizaría la lectura de libros en papel y la escritura manual, que ha demostrado su mayor eficacia para el aprendizaje. Lo cierto es que como dijo Pablo Gimón "La élite de Silicon Valley cría a sus hijos sin pantallas" (El País, 24/03/19), lo que nos lleva a la opinión de Nellie Browles: "La interacción humana es un lujo en la era de las pantallas" (New York Times, 26/03/19).

Todo esto nos va poniendo de manifiesto que la tele-enseñanza es un recurso, no la solución y que esta pasaría por más y mejor profesorado, es decir, por reducir el número de estudiantes por aula (lo que puede favorecer el retorno en nuestras actuales condiciones) y por más formación inicial y permanente del profesorado (y no sólo en TICs).