La devastadora pandemia del COVID19 ha sumido a nuestra sociedad en un estado de distorsión perceptiva sobre lo que ocurre a nuestro alrededor. También en lo económico. Luz de gas sobrevenida, no esperada, y alentada por quien intenta salvarse del tsunami económico a base de construir castillos de naipes subvencionados, para subirse a ellos creyéndose a salvo. Y allí permanece, sentado a la espera de que sea Bruselas quien haga posible lo imposible, en forma de millones de euros del presupuesto de recuperación.

En este tiempo de confusión entre lo importante, lo urgente y lo superfluo, ¿por qué querría alguien hablar de la industria valenciana?

Aquí en la tierra, en el mundo real, el mundo de las familias, de los estudios de nuestros hijos, de los ERTE´s y de los EREs, en el mundo donde existen hipotecas, o subidas de impuestos al diésel, al tabaco, a la comida rápida, a la contaminación de nuestros coches; se acaba de producir una noticia realmente preocupante para nuestra economía, que va a afectar al empleo de centenares de valencianos y valencianas.

La factoría Ford de Almussafes ha iniciado el procedimiento para la extinción de 350 empleos directos con acuerdo. Si añadimos los trabajadores indirectos de las empresas suministradoras, podría llegar a afectar a 2.000 empleos.

Y quizás alguien podría pensar que el gobierno de la Generalitat, con el President Puig desde su atalaya del Palau, lleva meses trabajando en buscar soluciones alternativas, «planes B» a la bajada de producción de la planta que solo en 2019 ha realizado 4 expedientes de regulación de empleo. Pues no. La tan cacareada inversión extrajera para crear en Valencia una planta de fabricación de baterías de litio, como alternativa a la también anunciada desinversión en la fabricación de motores de Ford en 2022 el pasado octubre, que dejaría sin empleo a otros 900 trabajadores directos más; ni está ni se le espera. Mientras el presidente Lambán en Aragón, la Presidenta Chivite en Navarra o incluso el Presidente Fernández Vara en Extremadura, trabajan como si no hubiera mañana por atraer esa inversión a sus regiones, el Conseller de Economía Valenciano, sigue «a la luna de Valencia», ideologizando su mensaje, que suena a latín para el propio gobierno del Botánic.

Y yo me pregunto: ¿esto es lo mejor que puede hacer el gobierno del Botánic para velar por los trabajadores y trabajadoras de la industria valenciana?

Decir, como ha dicho el Presidente Puig: «espero que la Ford respete los derechos de los trabajadores», suena a último deseo para el que ha sido sentenciado. Suena a tirar la toalla, cuando el boxeador parece noqueado en la lona. Suena mal Presidente Puig. Muy mal.

AVIA, el cluster valenciano del automóvil, que representa 107 empresas con cerca de 30.000 trabajadores, deberá tener una voz importante junto a los sindicatos, en este escenario no deseado por nadie, pero tampoco anticipado por el gobierno valenciano como es su deber. Porque hoy es Nissan la que se va, pero mañana puede ser otra gran marca.

Si no fuera porque un país o un territorio sin industria no sale rápido de las crisis. Si no fuera por que la industria valenciana aporta al PIB valenciano casi un 15%, y sobre todo por que sencillamente, el sueldo medio en la industria es un 11% superior al sueldo medio de los valencianos, quizás no valdría la pena preocuparse.

El futuro se construye hoy. La Comunitat Valenciana es industria también. Y el President Puig, así lo debería entender.

Y si no; que baje Oltra y lo vea.