El pasado mes de marzo en plena crisis del Covid-19 pasaba desapercibido el último informe de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) que alertaba del incremento de los nini, jóvenes que no trabajan, ni estudian ni reciben formación. La peor parte se la llevaban las mujeres que tienen el doble de probabilidades de verse afectadas negativamente.

En el Informe de la OIT, Tendencias mundiales del empleo juvenil 2020: la tecnología y el futuro de los empleos, se pone de manifiesto que desgraciadamente la tendencia va en aumento. En 2016, 259 millones de jóvenes, en 2019, 267 millones y se prevé que siga "aumentando hasta alcanzar 273 millones en 2021".

En el mundo, hay 1.300 millones de jóvenes, según la OIT, de los cuales 267 millones son NINI y dos terceras parte, es decir 181 millones son mujeres. Estas cifras me parecen escalofriantes y lo peor de todo es que se vienen arrastrando año tras año y con la pandemia actual se va a agravar. El problema se conoce, pero no se ataja.

Por una parte, tenemos a los nini y por la otra a los jóvenes que cuando concluyen sus estudios de grado superior y, según el informe de la OIT, descubren que la oferta de puestos de trabajo está por debajo del gran número de licenciados. "No se aprovecha debidamente la capacidad de millones de personas", señalaba Sukti Dasgupta, directora del Servicio de Políticas de Empleo y de Mercado de Trabajo del Departamento de Política de Empleo de la OIT. "No podemos desaprovechar ese talento-manifestaba Dasgupta- ni esa inversión en enseñanza. Necesitamos marcos políticos integradores y sistemas de formación flexibles basados en el dialogo entre gobierno, trabajadores y empleadores".

A pesar del interés que los jóvenes demuestran por las nuevas tecnologías, apunta el Informe de la OIT, se pone de manifiesto (1) la preocupación de los jóvenes porque sus empleos sean sustituidos por robots; (2) la existencia de una brecha digital generacional entre jóvenes y adultos, así como entre los países en desarrollo y los desarrollados. Es esencial, afirma este Informe "asegurar que no se excluya a los analfabetos digitales", ya que estos suelen ser personas con poco apego al mercado de trabajo, desempleados de larga duración y jóvenes ninis; de entre los cuales las mujeres jóvenes representan un alto porcentaje.

Además, los jóvenes con formación profesional tienen más probabilidades de tener un empleo "susceptible de ser automatizado que los que tienen una licenciatura universitaria", se menciona en este Informe. Se advierte de igual modo que "es preciso modernizar los programas de formación profesional, a fin de que los jóvenes aprendices puedan adaptarse mejor a las demandas cambiantes de la economía digital", ya que muchos de los jóvenes menos cualificados se ven obligados a pasar de un trabajo precario a otro y con el peligro de acabar ninis.

En este Informe también se muestra que de los 429 millones de trabajadores jóvenes en todo el mundo, 5 millones (13%) viven en condiciones de extrema pobreza (ingresos inferiores a 1,90 dólares EEUU/día).

Otra cuestión interesante que se desprende de las encuestas realizadas y recogidas en este Informe, es que el contacto personal con los asesores profesionales está muy bien valorado entre los jóvenes. Por tanto, el papel de las instituciones de los servicios públicos de empleo deberían tenerlo en cuenta para contar con más personal para atender esta necesidad y dedicar "más reuniones periódicas entre los asistentes sociales y los solicitantes de empleo."

Para finalizar el Informe de la OIT insta a que los jóvenes estén incluidos y representados en el dialogo tripartito (sindicatos, empresarios y gobierno) sobre el futuro del trabajo como miembros decisorios, porque "los jóvenes deben tener una voz en las decisiones de política actuales que están forjando su futuro."