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En la soledad del confinamiento

La violencia de género ha aumentado durante el periodo de confinamiento por la Covid-19 en muchos países. Los datos recogidos en países tan diferentes como China o México informaron, respectivamente, haber triplicado sus denuncias por violencia de género, así como, aumentarlas incluso hasta el 60%. La situación de España no es tampoco alentadora: las llamadas al 016 aumentaron un 61% respecto al mes de marzo de 2019 y las consultas a páginas webs de ayuda a las víctimas un 50.8% respecto a abril de 2019. Al respecto, las predicciones del Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA) son de al menos 15 millones de casos más de violencia de género en 2020 en todo el mundo por cada tres meses de confinamiento.

Las cifras son alarmantes, y visualizan una realidad conocida, que se agrava por la infinidad de horas de encierro con el agresor durante el confinamiento. Nos debe de alertar también sobre el colectivo de mujer mayor víctima de violencia de género. El 40% de la totalidad de mujeres asesinadas por sus parejas o ex parejas en el año 2019 y en el año 2020 eran mujeres mayores de 50 años. Algunas cuestiones merecen una consideración especial en términos de percepciones erróneas sobre la violencia de género asociada a este grupo de mujeres. Así por ejemplo, aunque la percepción es que la violencia de género cesa con la edad, la realidad es otra. Permanece, se cronifica y se transforma, pasando de formas físicas a emocionales o psicológicas. La violencia emocional tiene repercusiones a largo plazo; existen heridas emocionales que difícilmente se curarán. Además, las mujeres mayores tienden a normalizar esas agresiones, a incluirlas en su vida y a restarles punibilidad. Las razones son de diversa naturaleza. Por un lado, porque lo habitual se acaba normalizando. Por otro, porque el mandato cultural sobre el rol de la mujer y el de la pareja tiene mucha fuerza sobre el papel de lo que a una le ha "tocado en suerte", que hay que aguantar estoicamente, y "mejor que no se entere nadie". Es por ello que, salir de esa espiral, de ese bucle, resulta una tarea ardua. Y el resultado es que las mujeres mayores víctimas de violencia de género, o tardan mucho tiempo en denunciar la violencia de género -mucho más tarde que la media de tiempo que tardan las mujeres de otros grupos de edad-, o no la denuncian.

La violencia de género ha sido mucho peor en estos tiempos de pandemia. El hogar no es un lugar seguro cuando se convive con el agresor. Las múltiples horas de confinamiento hacen que la tensión y la presión entre víctima y agresor aumenten. El riesgo de entrar en la escalada de hostilidad se incrementa. A lo anterior, se le suma que las víctimas pierden sus redes de apoyo social más básicas, como su familia o sus amistades. Por lo que, las mujeres tienen un menor apoyo emocional, incrementando el sentimiento de soledad. La pérdida de redes sociales les afectará deteriorando su sentimiento de autoestima, pudiendo aparecer sintomatología ansiosa y depresiva. Ello supone un riesgo añadido a la violencia de género; incrementa el aislamiento que la propia violencia de género ya conlleva. En ese contexto, el agresor no solo refuerza su control, sino que también consigue impunidad sobre la violencia que desarrolla.

Entre las soluciones sugeridas, una posibilidad es separarse del agresor. Pero eso, también supone separarse de su hogar, de lo que conoce, de su contexto de vida y referencia más básica. No siempre resulta fácil separarse de lo único que se conoce, del lugar donde se ha vivido la mayor parte de la vida (o la última parte de la vida). En tiempos de confinamiento por el Covid-19, salir del hogar también implica perder el control del entorno, exponerse al riesgo de contagio, incrementando el sentimiento de inseguridad y de indefensión.

Nuestra responsabilidad es trabajar por una sociedad segura y equitativa. Un primer paso es hacer visible una realidad con frecuencia invisibilizada. Debemos ser conscientes de las repercusiones que puede tener sobre la mujer mayor el aislamiento social y, en consecuencia, adoptar medidas adaptadas a sus necesidades. Es importante conocer, acompañar y actuar intentando devolver a la mujer mayor la esperanza de una vida mejor.

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