«Jo soc aquell vianant perdut

que vol cercar en lo barranc dolçura

i adolorit de sols trobar paür

esguarda la claror d'on fou vingut€»

Bernat Artola. Castelló de la Plana, 1928

Si los dirigentes empresariales fueran inteligentes, en vez de someterse al vasallaje del Partido Popular -antes Alianza Popular de Fraga Iribarne—tendrían que haber contribuido a crear un partido político valencianista de centro-derecha y liberal. De adscripción y obediencia valenciana. Hubo intentos: el Partit Nacionalista Valencià, la Unió Democràtica del País Valencià, Partit Socialista Valencià, Unió Valenciana, el Bloc Nacionalista Valencià. Esta sopa de nombres y siglas ha derivado en Compromís.

Izquierda-derecha

Todavía se sigue batallando con los conceptos confusos y relativos, que tratan de encasillar a unos y otros en izquierda o en derecha. El centro, como si del limbo se tratara, es una quimera a cuya sombra pretenden situarse unos y otros para confundir al electorado. La política a la que vamos es la de los hechos y las acciones concretas a favor de la gente que es, trabaja y sufre. Las ideologías quedan para la intelectualidad que, hasta ahora, no ha conseguido colocar su diana política en puestos de salida como opción de poder.

Demòcrates Valencians

Días atrás visitó València Jokin Bildarratz, senador y portavoz del grupo EAJ- PNV (Partido Nacionalista Vasco) en la Cámara Alta. Invitado por el partido valencianista Demòcrates Valencians (2013) visitaron a Enric Morera, president de las Corts Valencianes y dirigente del Bloc Nacionalista Valenciá. ¿Quién lidera el Bloc? Impresiona contemplar el fuste y la coherencia de éxito para el poder, de quien representa al partido gobernante en Euskadi, al lado del equipo directivo de Demòcrates Valencians, con su exiguo palmarés de logros y puestos de influencia en la política valenciana y española.

Tiempo perdido

¿Cuánto ha conseguido el pueblo vasco con los siete diputados del PNV en el Congreso de los Diputados? La frontera «jetzale» de la mano de Andoni Ortúzar, la cachaza de Íñigo Urkullu y la portavocía de Aitor Esteban en la Carrera de san Jerónimo. Todo lo que cualquiera puede imaginar y los próceres económico-empresariales del País Valenciano deberían tener presente, es lo que han dejado perder. Al menos desde la recuperación democrática en 1977, año en el que se fundó la Confederación Empresarial Valenciana, por su presidente Vicente Iborra Martínez. El único líder empresarial capaz de configurar la urdimbre que necesitaba la sociedad valenciana para capear el temporal de sucursalismo servil que ha sacudido el País Valenciano, de norte a sur, desde el advenimiento de la democracia. Con los resultados que se observan.

Arco iris

En la última puesta en escena para mayor lucimiento de la Confederación Española de Organizaciones Empresariales -presidida por el vasco José Antonio Garamendi- con sede en Madrid, Salvador Navarro, presidente de la patronal autonómica CEV, ha proclamado, con decisión, que «los valencianos nos consideramos españoles de segunda o de tercera». «Desmantelada València desde Madrid» que denunciaba Martín Domínguez. En sinergia, atípica, con el discurso que repite constantemente Joan Baldoví, el único diputado de Compromís en el Congreso. La «voz que clama en el desierto» en pro de los intereses valencianos sin depender de ningún partido de obediencia estatal (PSOE, PP, Cs, Vox). Las circunstancias han favorecido que en el País Valenciano se actúe en base a una política «arco iris». No responde a una estrategia deliberada ni se entiende entre la opinión pública. Tampoco se valora en los medios de comunicación y por la intelligentsia opinante, más preocupada por Giuseppe Grezzi, los hoteles de Benidorm o los contagios de Rafelbunyol. No se puede acabar con la covid-19, pero sí con la penuria sanitaria del País Valenciano.

Por su peso

Al máximo exponente del empresariado autonómico, Salvador Navarro, se le escapó -con indignación de Isabel Bonig y María José Catalá del PP-, que la Comunitat Valenciana necesita la formación de un partido político de centro-derecha valencianista, del corte del PNV o de la extinta CiU en Catalunya. Sin saberlo, invalidó la acción de los sanedrines empresariales valencianos que desde la década de 1990 y más a fondo desde 1995, han sido sumisos al Partido Popular. Mirando hacia atrás, se comprende la caída fulminante de Vicente Iborra desde la presidencia de la CEV, que él había fundado con carisma y visión de futuro.

Cainismo

En su defenestración, basada en hechos ciertos pero espurios, colaboraron las cloacas «secretas» de facciones socialistas de poco recibo y el fuego amigo de quienes conocían desde dentro los negocios de Vicente Iborra. Y que no le perdonaron nunca que se alzara, por méritos propios, con la presidencia en la patronal CEV (1977). Vicente Iborra Martínez, formado en «la comercial» de Deusto y cuyo despacho de Marqués de Sotelo estaba presidido por una Senyera, podía haber sido el líder de un partido valencianista de centro-liberal. Su caza y captura en 1985 fue uno de los grandes errores, dentro de un conjunto de operaciones para diluir la identidad valenciana, que consienten las «fuerzas vivas». Impidieron con su claudicación el desarrollo de las capacidades del País Valenciano, en defensa de sus intereses.