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Dos veces huérfana

Cada libro, cada tomo que ves, tiene alma. El alma de quien lo escribió y el alma de quienes lo leyeron, lo vivieron y soñaron con él". Fue con este pasaje de La sombra del viento con el que me enamoré de Zafón. Tenía quince años cuando esa obra, recomendada por mi hermana, cayó en mis manos. Quizá influyó la edad pero quedé prendada del autor con quien también fantaseaba porque uno no solo se enamora de los libros, sino también de quienes los escriben. Se imagina su vida. Cómo hablan. Cómo piensan. Cómo será el lugar en el que trazan las historias. Cuánta soledad les abrigará las largas noches de escritura. Y al final, al igual que con los cantantes, uno los convierte en parte de su existencia. Porque los libros, las canciones y sus creadores se nos quedan agarrados al corazón. Es inevitable que suceda de esta forma si nos acompañan en el desamor o en la ilusión. El arte es parte del ser humano y cuando un autor al que admiras muere, algo dentro de cada uno de nosotros se apaga. Tal vez unos versos con los que te sentiste identificado o una novela que te cambió la vida, porque "Todos tenemos un secreto escondido bajo llave en el ático del alma". Escribo este artículo cuando aún, minimizada en la pantalla de mi ordenador, late la noticia del fallecimiento de Carlos Ruíz Zafón. Es el segundo golpe. La semana anterior se fue Pau Donés y no pude evitar sentir sobre mi pecho, como losa de hormigón, el dolor por su pérdida. Dos veces huérfana con pocos días de diferencia. Con La flaca sonando de fondo di mi primer beso. Con El lado oscuro descubrí que todos tenemos luces y sombras. Con Depende supe que todo puede relativizarse y con Agua lloré por no ser correspondida. Sin la cultura nuestra vida sería un poco menos rica en recuerdos. Todos asociamos a una persona con una canción o con un libro. Todos nos hemos enfadado con los personajes mezquinos de una novela o nos hemos enamorado de protagonistas que nos encantaría que existiesen en carne y hueso. A Donés y a Zafón nos lo arrebató el cáncer, esa maldita enfermedad que no hace distinciones. Nos dejó la cultura coja. Pero como cantaba Pau en la última canción con la que se despidió: "Eso que tú me das es mucho más de lo que pido". Y siempre quedará en mí todo lo que me dieron con sus letras ambos artistas.

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