Y el PP valenciano emprendió su camino congresual. Ni siquiera la pandemia paró las ansias de algunos por recibir las bendiciones de Pablo Casado y Teodoro García Egea para ungirse con el aura de líder. Eva Ortiz, secretaria general del partido, que afirmaba con rotundidad que el congreso valenciano se celebraría en 2021, quedaba desacreditada por Génova.

Tres años hace de la última y peor crisis del PP valenciano, crisis que tuvo por protagonistas a Vicente Betoret y a Carmen Contelles, ariete ésta al servicio de Isabel Bonig. No sería el último intento de la presidenta por desbancar a Betoret. Lo volvió a intentar con Paz Carceller, incluso con la experimentada Elena Bastidas, que con acierto apartó ese cáliz.

En la capital, tal como vaticinamos algunos, el futuro de María José Catalá dependía de ella misma, alejada hasta ahora de trincheras políticas. Es en la provincia donde el fuego sigue vivo. Entre bastidores y susurros se asegura que Betoret ha pactado para sí un futuro político dorado con quien se presume futuro líder regional: el alicantino Carlos Mazón. Betoret se habría comprometido a colocar al alcalde del pueblo de Gavarda, Vicente Mompó, en la rampa de salida para dirigir la provincia. En otras palabras: el candidato por Valencia es el candidato que quiere Alicante, sin que ello suponga un menosprecio a la valía de Mompó.

En este escenario no son pocos los populares valencianos que se sienten defraudados con Génova, sobre todo quienes apostaron por Casado en tiempos en los que hacerlo parecía un suicidio político. Hoy se sienten legítimamente tirados en la cuneta.

Soplan vientos del sur en el PP. Y bien podría darse lo acontecido treinta años atrás con la llegada de Eduardo Zaplana y su séquito alicantino. Mazón, delfín de aquella época, es el gran favorito. Queda claro que este PP está lejos de renovaciones o regeneraciones, y que tampoco entiende ni reconoce aquello de ser agradecido... Los años en los que permanecer en un sector o en una familia del partido ofrecía cierta seguridad frente al fuego amigo son agua pasada.

Bonig, Ortiz y algunos más han optado por el silencio y por tragarse el sapo que sea menester, aunque solo sirva para ganar tiempo. Pero los aires que imperan hablan de un futuro con otros protagonistas. A pesar de los numerosos errores cometidos por la presidenta Bonig y sus lugartenientes, es de justicia reconocer que han soportado años complicados y merecerían seguramente que su futuro lo decidieran las urnas€ Puede que sea la ruta diseñada.