El confinamiento obligado por la pandemia de coronavirus ha tenido importantes consecuencias para la comunidad educativa en general, y, en especial, para algunos grupos de estudiantes especialmente sensibles a esta situación. En este grupo estarían los alumnos con necesidades educativas especiales (déficits sensoriales, retrasos intelectuales, trastornos del neurodesarrollo o déficits en la motricidad) y alumnos con necesidades específicas de aprendizaje (déficits atencionales, hiperactividad, dificultades en lectoescritura, en cálculo o razonamiento matemático) que requieren, para acceder al currículum, de medidas y apoyos de diferente índole. Los alumnos con necesidades educativas especiales precisan de profesores especializados, profesores de pedagogía terapeútica y logopedas, que realizan intervenciones adaptadas a sus déficits. Necesitan ser estimulados a diario para desarrollar diferentes competencias en función de la severidad de sus déficits. Este confinamiento ha detenido bruscamente su vida escolar y su estimulación, su desarrollo social y en muchos casos su bienestar emocional al interrumpir sus rutinas diarias que les ofrecen seguridad. Los equipos directivos, los departamentos de orientación y el profesorado en general de los centros han hecho verdaderos esfuerzos para atenderlos, pero la atención no ha podido tener la calidad necesaria para ayudarles a avanzar.

También han quedado «aparcados» todos los alumnos que presentan esas dificultades específicas, que no manifiestan grandes limitaciones en los procesos de aprendizaje, pero que de no ser atendidos a tiempo irán arrastrando cada vez con más esfuerzo sus déficits y limitaciones. Estamos hablando de alumnos con problemas atencionales, déficits ejecutivos, problemas con el proceso de lecto-escritura y el manejo de la información y dificultades con el razonamiento matemático. En un curso ordinario el alumnado, tras haber realizado las evaluaciones iniciales y la primera evaluación, ponen a la luz aquellos aspectos que no los dejan avanzar. Los profesores, ayudados por los departamentos de orientación de los centros, realizarían una observación más detenida del alumnado que no consigue adquirir satisfactoriamente los aprendizajes, informan a las familias y establecen medidas de apoyo y refuerzo. Dichas medidas se valoran al finalizar cada evaluación y se proponen unas nuevas. Así, poco a poco estos alumnos van superando estas dificultades aunque no graves sí importantes ya que influyen notablemente en la adquisición de los objetivos de cada nivel.

Ahora hemos llegado al final del curso y no se ha regresado a las aulas. Los alumnos, desde sus casas, han ido entregando las tareas propuestas por el profesorado. Unos mejor que otros. Algunos se han aprovechado de las buenas competencias de su profesorado y de sus mejores medios tecnológicos, otros de las ayudas familiares o externas privadas, y han sacado un poco más de provecho de este tiempo de confinamiento; pero hay un buen número de alumnos con dificultades, sin medios, y sin apoyo escolar familiar que se ha quedado atrás, aún más atrás. Sus déficits han seguido sin salir a la luz, el proceso de enseñanza-aprendizaje no ha estado ajustado a su zona de desarrollo. Por ello la distancia entre lo que son capaces de hacer y lo que se espera por su edad o su nivel educativo ha aumentado. Es muy importante, que en la planificación del curso que viene, tanto si es presencial como si es on-line se preste una mayor atención a este alumnado, tanto con necesidades educativas especiales como específicas, y se planteen medidas de atención reales y eficaces.