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Camilo José Cela Conde

Pedofilia

Los años sesenta del siglo pasado fueron el paradigma de la estupidez colectiva en la que caímos casi todos los entonces jóvenes, yo incluido

Si no se tratase de un asunto tan serio como lamentable, el episodio ahora rescatado del proyecto Kentler en Alemania podría figurar como guion para una película de los hermanos Marx o de Monthy Phyton. El disparate ideado por el catedrático de Psicología de Hannover equivale, para peor, a poner a los pirómanos al frente del cuerpo de bomberos o entregar la vigilancia y seguridad de los bancos a los ladrones profesionales. Lo que se le ocurrió al caballero „doctor, supongo„ Kentler fue dar en adopción a los niños más vulnerables a los pedófilos buscando el doble objetivo, contradictorio de forma clara, de reformar a los pederastas liberando a la vez la sexualidad de los pobres críos. Y el experimento se extendió, con los resultados previsibles, durante tres décadas al menos hasta que ahora el Estado alemán se plantea enmendar en la medida de lo posible la catástrofe comenzando por pedir perdón.

Pero sería injusto cargar contra un solo Gobierno todas las culpas. Los años sesenta del siglo pasado fueron el paradigma de la estupidez colectiva en el que caímos casi todos los entonces jóvenes „yo incluido„ con esa especie de adoración que culminó en el mayo del 68 en París y que aquí, en Madrid, se anticipó en unos años con los encierros de la Complutense. De pronto todos presumíamos de haber vivido esa especie de segunda toma de la Bastilla, aunque nos equivocásemos al decir en qué orilla del Sena, la izquierda o la derecha, habíamos formado parte de la Historia. Eran los años en que lo suyo era hacer el amor en vez de la guerra mientras se sucedían los horrores de Vietnam, y esa consigna, la de ponerse flores en la cabeza mientras se luchaba „de boquilla„ por la libertad sexual se convertía en programa político. Así sucedió con el entonces recién nacido grupo de los Verdes, convertido al poco en partido, cuyo fundador y líder, Daniel Cohn-Bandit, clamaba por la abolición de los delitos de pedofilia a la vez que suspiraba por el placer que produce que te desnude una niña apenas adolescente. Por cierto, que yo sepa aún están por ofrecerse las disculpas públicas por parte de los Verdes alemanes o, ya que estamos, de cualquier otro país.

En tales circunstancias, no es de extrañar que las víctimas de pedofilia se contasen por miles „ el número exacto se desconoce„ ni que sobre el asunto se haya hecho caer un velo de disimulo. No habrá acusaciones, ni procesos, entre otras cosas porque la mayoría de los responsables, comenzando por el caballero Kentler, ya han muerto. En loor de santidad académica y política porque se limitaban a dar coartada supuestamente científica a lo que la sociedad entera tuvo como paradigma de la libertad. En menor medida, cierto es, en la Península Ibérica, en manos entonces de dictadores. El que no se consuela es porque no quiere.

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