Esta semana ha sido la semana cooperativa. Hoy, sábado 4 de julio de 2020, se celebra en todo el mundo la edición número 98 del Día Internacional del Cooperativismo, una conmemoración impulsada anualmente por la Alianza Cooperativa Internacional y la ONU. Todavía hoy, las fachadas de los ayuntamientos de las tres capitales de provincia de nuestra Comunitat exhiben una pancarta recordando nuestro lema: «Frente a las crisis, el valor de cooperar».

Las cooperativas valencianas lo hemos celebrado de una forma diferente. No hemos podido organizar, como hemos hecho desde hace ya más de tres décadas, un acto en el que se reúnan cientos de cooperativistas. Pero hemos buscado otras formas de poner en valor el cooperativismo y lo que representa para esta Comunitat, así como de reivindicar nuestro orgullo de pertenencia a un grupo de identidad diferenciado con unos valores y principios propios.

A lo largo de toda esta semana las cooperativas hemos inundado nuestras redes sociales con mensajes positivos, optimistas, que nos recuerdan que saldremos de ésta, claro que sí. Y que saldremos más fuertes y con mejor preparación para no desviarnos del que tendría que ser el objetivo primordial común: un futuro sostenible para nuestro planeta y para nuestra civilización.

Precisamente cuando estábamos preparando la conmemoración de este año, nos propusimos seleccionar siete reflexiones sobre cooperativismo de las que nos han dejado notables pensadores que han pasado por nuestros eventos. La primera buena noticia es que teníamos muchas ideas para seleccionar y de personas con mucho prestigio. Así que no fue fácil reducirlo, pero queríamos que fueran siete, porque ése es el número del cooperativismo: siete son nuestros principios, siete son los colores de nuestra bandera y julio es nuestro mes (el séptimo). De manera que el número 7, tan apreciado por personajes como Hipócrates o Shakespeare, asociado a la suerte y considerado la regla de muchos fenómenos naturales, es también el número de las cooperativas.

Ahora, gracias a ese ejercicio de selección, puedo traer a este artículo algunas de esas reflexiones, que se tornan todavía más elocuentes al verlas con la perspectiva del tiempo. Como cuando Joaquín Estefanía nos dijo en Alicante, allá por el año 2002, que «la crisis de la nueva economía es también la de esa enfermedad moral que llama fraude, engaño y codicia». ¡La nueva economía! Casi veinte años han pasado y todavía estamos con lo mismo. Una enfermedad moral que necesita una vacuna ética; Adela Cortina, que nos acompañó en Castellón en 2004, señala a las cooperativas como parte de la solución al «orientarse por valores éticos como la libertad, la responsabilidad, la democracia, la igualdad, la equidad, la educación, el esfuerzo y la solidaridad». En la misma línea apuntó el gurú del movimiento slow, el canadiense Carl Honoré, conferenciante en el Día Mundial del Cooperativismo de 2008 celebrado en Alicante: «Las cooperativas están infundiéndole al capitalismo el espíritu de la solución lenta, al anteponer al dinero rápido el bienestar a largo plazo de sus miembros, la comunidad y el medio ambiente». También la exministra Cristina Garmendia nos dejó en 2016 en Valencia una reflexión que deberíamos tener siempre muy presente quienes hacemos economía, bajo cualquier fórmula: «La rentabilidad financiera viene como consecuencia de generar valor social». Recordemos que las cooperativas, como empresas en las que conviven objetivos económicos y sociales, aportamos soluciones -de apariencia sencilla- a problemas de verdad. En 2011, en Alicante, durante el periodo más duro de la anterior crisis, el economista catalán Arcadi Olilveres nos recordaba que «la solución al desempleo es la más elemental: repartir entre todos el trabajo existente. No es una utopía, lo han hecho las cooperativas».

El punto fuerte de las cooperativas no es otro que las personas que las componen. Como nos decía en 2018 la gran señora de la cooperación internacional, Anna Ferrer, «el cooperativismo es el mejor exponente de la economía social, porque en las cooperativas el ser humano es el centro de todo. Su solidaridad no son solo palabras». Al final, resulta que la cooperativa es la forma más natural de hacer empresa. Lo dijo Eduard Punset: «Los seres humanos poseemos un programa moral innato y universal que va más allá de la ética y que sintoniza con los principios del cooperativismo» (Castellón, 2007).

No hay secretos. Las cooperativas somos empresas de personas y eso, definitivamente, es una gran ventaja.