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Con la muerte de Carlos Ruiz Zafón

Algunos creen tener la última palabra. Quizás eso es la muerte y no la muerte, cuando te manipulan si has marchado. Y esos fabulosos editores qué me dicen... Larsson fue el caso más terrible. Entrega tetralogía de calidad, y éxito asegurado, y luego la palma. El auténtico sueño de un editor: que entregues bien acabado tu trabajo, y casi tu carrera entera, y marches. El negocio más redondo. Por más inri, un poco más tarde, te suplantarán la autoría. Larsson, ese auténtico ángel del infierno contra los nazis de cualquier tiempo, que hasta años antes casi resuelve el caso del asesinato de Olof Palme.

Carlos Ruiz Zafón, un caso muy injusto de carrera brillante y precoz fallecimiento. Su tetralogía que se inicia en La sombra del viento junto a otros libros, aparentemente menores, han configurado una carrera fulgurante del que ha sido un auténtico hacedor de lectores. Servidor tuvo el placer de encontrárselo por las calles de Palma. Era un punto dulce, un momento álgido para su obra, justo cuando iba acumulando años de espera y su numeroso público seguía impaciente el cómo resolvería su ciclo.

El autor de 'El juego del ángel', título alegórico total, paseaba como una persona más, lúdicamente y se deleitaba con una empanada por el barrio antiguo cuando me presenté y saludé e incluso atreví a preguntar cuando la terminaría después de tantos años. Su respuesta demostró dominio del tiempo, el suyo, solamente proporcional a la terrible presión a la que en aquellos días era sometido. Aunque un autor no se someta nunca del todo a nadie más que a su ego y a su mundo interior. Mediáticamente perseguido, muy educado, respondió entre divertido y desafiante con la elegancia de un retirado campeón de esgrima.

El librero que no reconozca que este señor nos dio de comer durante bastantes lustros, realmente no puede ser considerado de este planeta. Por citar solo el nombre de esta editorial que ha vendido la friolera cantidad de quince millones de ejemplares en todo el mundo y que ha sido traducido a una cantidad increíble de idiomas. El fenómeno es tal que el público extranjero, y sobretodo el alemán, ya hace años que no pregunta por García Lorca y ahora lo hace por Ruiz Zafón sin dejarse una sola sílaba de su nombre. A la saga, y de muy lejos, le sigue Javier Marías en esta absurda clasificación tan desconcertante que en castellano después de El Quijote hoy ya es La sombra del viento, el más leído.

A esta altura del artículo las comparaciones, deben desorientar o incluso indignar al lector. Claro. Incluso aquellos libreros agradecidos que hemos alimentado a nuestra prole con cada "parte" de esa saga de intriga canalla barcelonesa, sabemos que no estamos ante un Stendhal y mucho menos ante un Le rouge et la noir pero sí reconocemos estar ante un acontecimiento editorial que marcó una tendencia y un punto de inflexión. Ruiz Zafón nunca ha querido que otros lleven al cine su tetralogía, pero sin ir más lejos, Woody Allen, en un tris tras, nos sirvió frío un El rojo y el negro 2.0 en su Match Point con Johansson y Rhys-Meyers el año 2005.

Es larga la lista de envidiosos autores de crítica fácil y insulto ligero. Un año, un consagrado y bien famoso se atrevió a lanzar un "este tipo no es escritor", es preferible omitir la autoría, son momentillos que se suceden en las librerías. Hay hacedores de lectores y repartidores de títulos. Si este señor no era escritor ya nos contarán. Obviamente lo hemos leído la comunidad librera, pero en el caso de servidor no entra en los planes ninguna posible reelectura. Su estilo es lúdico y totalmente envolvente sólo para pasar unas horas inolvidables. Nuestros abuelos tampoco releían a Marcial Lafuente, Estefanía, avanzaban capítulos sin mirar atrás hasta que llegó la televisión.

La fabulosa segunda parte tejida con el alter ego de su impaciente editor, encarnado en Satán y hechándole el aliento en la nuca a cada paso precede una tercera parte, El prisionero del cielo que es un movimiento más para contentar tanta irritación provocada por la tardanza, y la abortada facturación. Simplemente llenó, forzadamente, un poco más el cupo de novelas de la guerra incivil. Cierra, obviamente, la cuarta que no ha decepcionado, en su línea, después de casi una década de espera que fue enfriando a un público para el que el tiempo también pasa.

Injusto traspaso del que ha sido, hasta ahora, el más potente hacedor de lectores y que nació de la forma más genuina que lo puede hacer un autor que se hizo el mismo picando piedra.

Un escritor que no entró por la puerta trasera de los premios, esos callejones de las pelis con cubos de basura, peleas y puñaladas traperas en el último instante. Muchos lo recordamos perfectamente. Era el año 1992 y ya corría por las calles el rumor de sus dos apellidos. Un emblemático comercial de Planeta, sí, de los noventa; traje gris y corbata, Manuel Atance, nos advirtió que su compañera, que trabajaba de lectora para ese grupo, le había anunciado que habían encontrado algo parecido al petróleo y que cuando se llegase a imprimir y a redondear con un buen lomo sería una bomba que arrasaría el mercado. Tan real que otros grupos editoriales dejaban de editar, al mismo tiempo, sus primeras plumas cuando se avecinaba y marcaba el calendario uno nuevo de Ruiz Zafón. Se confirmó y el boca a boca corrió como la pólvora. En los noventa nació este mito literario y editorial descubriendo a nuevos lectores que aún no lo habían sido, sí, muchas personas se iniciaron con este autor que motivó a toda una generación, dió trabajo a cientos de comerciales y repartidores, llenó de libros y de ventas las librerías en cualquier rincón de la geografía. Aquellos envidiosos que cuestionaban su condición de escritor vieron como el sector moldeaba su calendario a merced de un hombre que había crecido silenciosamente con sus manías literàrias y que de la nada no solamente forjó el mito, también algunas tendencias de mercado que tardarían mucho en volver a su punto de origen. Disimuladamente llevan década y media, todos los grupos editoriales, buscando a un nuevo fenómeno que se le parezca y por ahora no se ha visto nada igual. Puede que sus lectores pasaran a Camilleri, Leon o Markaris o incluso a Bukowski pues lo importante era empezar a descender, algun día, al fabuloso infierno del cementerio de los libros olvidados, que hoy son más olvidados que nunca, pero cada vez más necesarios.

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