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Verde y morado: Francia ha votado

El domingo pasado tuvo lugar la segunda vuelta de las elecciones municipales en Francia marcadas por un "viraje medioambiental" (Le Monde). Su editorial del pasado 29 de junio hablaba de tres seísmos en un escrutinio atípico: una abstención récord, un avance del voto ecologista y una renovación de la representación política, todo ello con la sombra del coronavirus planeando. La gente no ha ido a votar por miedo al virus o por cansancio, en unas elecciones marcadas por la larga pausa del confinamiento.

El voto de izquierdas y verde ha hecho su aparición en muchas grandes ciudades francesas. La "resiliencia socialista" y su integración en coaliciones con partidos ecologistas, ha llevado a la siguiente reflexión de Laurent Joffrin en Libération : "Gauche pas morte, conscience verte". No olvidemos que la victoria de Anne Hidalgo en la capital de Francia se debe en gran medida a su política medioambiental y su acuerdo con el partido verde. Las victorias de la coalición de izquierdas no sólo en París sino en Marseille y Lyon, segunda y tercera ciudad de Francia, pero también en Bordeaux, Strasbourg, Tours, Poitiers, Besançon y Annecy, son llamativas en tanto en cuanto esta "conciencia ecologista" que asoma entre el electorado francés viene precedida de un confinamiento que parece haber acelerado y acuciado la conciencia de una ciudadanía preocupada por el medioambiente, especialmente en las grandes ciudades. Hablo en voz propia, el aislamiento social y la reflexión, que ha supuesto la cuasi paralización del mundo, han acentuado el valor de lo cercano, de nuestras ciudades, parques, mar€ Francia, sacudida por las consecuencias del COVID19, como el resto de países europeos se enfrenta a una reflexión política que trasciende los meros resultados. La primera reflexión es que el presidente de la República tiene que "reverdecer" su política -ya se ha comprometido a ello- e incorporar en su política las propuestas de la Convención Ciudadana por el Clima (CCC). Queda tocada la democracia, marcada por una abstención preocupante y el partido del presidente Macron; dos sombras planean sobre la izquierda, un avance todavía escaso y una victoria inquietante para el partido de Marine Le Pen en una gran ciudad.

Junto a los verdes, han ganado las mujeres, ha ganado la paridad. En las diez ciudades más pobladas de Francia han salido electas cinco mujeres y cinco hombres. Es algo inédito en la Historia de Francia, según señala en una entrevista Camille Froideveaux-Metterie, filósofa feminista y profesora de Ciencias Políticas. Anne Hidalgo ha revalidado su segundo mandato con el Partido Socialista, habiendo sido la primera alcaldesa de París en 2014. Michèle Rubirola ha ganado la alcaldía de Marseille con una coalición que algunos califican de "primavera marsellesa"; Johanna Rolland, del Partido Socialista, revalida su segundo mandato, habiendo sido la primera alcaldesa de la ciudad de Nantes en 2014; Jeanne Barseghian gana la alcaldía de Strasbourg con la coalición ecologista y Martine Aubry, del Partido Socialista y primera alcaldesa de Lille en 2001, se mantiene como primera edil.

Otra cifra de progreso es que doce mujeres están al frente de ciudades con más de 100.000 habitantes, lo que representa el doble respecto de los mismos comicios de 2014. Sin embargo, la feminización de la política es lenta y estamos lejos de la paridad. Las cifras hablan por sí solas: sólo el 20% de los primeros ediles electos son mujeres, en las anteriores representaban un 16%. Las elecciones municipales son las elecciones de la proximidad por excelencia; el alcalde o alcaldesa es el primer político al que se acude, y en tiempos de pandemia más. Me pregunto si unas candidaturas más equilibradas ayudarían a que las personas se vieran mejor representadas, compartiendo sexo y condición con quien va a llevar el timón de su ciudad. Pero sólo un 23% de las cabezas de lista eran mujeres, la cifra nunca podía superar ese porcentaje. Con este ritmo, habría que esperar 50 años para alcanzar la paridad en las candidaturas a las alcaldías de Francia. ¡Es para quedarse helada!

Afirma Kate Millet en Política sexual que el sexo es una categoría sexual impregnada de política, refleja la situación recíproca que los sexos han ocupado en el transcurso de la historia y siguen ocupando en la actualidad: "El dominio sexual es la ideología más profundamente arraigada en nuestra cultura, por cristalizar en ella el concepto más elemental del poder. Ese poder se debe al carácter patriarcal de nuestra sociedad y de todas las civilizaciones históricas. El ejército, la industria, la tecnología, las universidades, la ciencia, la política y las finanzas, en una palabra, todas las vías del poder se encuentran en manos masculinas". Esto lo escribía en 1970 pero sus palabras siguen vigentes. La política avanza lentamente hacia una feminización que la enriquezca y aumente su deber de representación ciudadana, pero a veces de trata de una paridad superficial. Se mantiene, aún todavía, una estructura de poder masculina y masculinizada.

¿Podría vislumbrarse una relación entre la emergencia de la política ecologista y una mayor presencia de mujeres? Podría, pero parece que estamos ante un electorado más verde que morado y el ecofeminismo es aún minoritario en la política. Es una suerte contar en el feminismo español con Alicia Puleo, un referente internacional de esta corriente. Sin embargo, subyace en estos partidos un trasfondo más igualitario, más inclusivo que contempla, como no puede ser de otro modo, la representación de las mujeres. Hacer, por ejemplo, un París más amable, más cercano es lo que contempla Anne Hidalgo con su plan de "Ciudad del cuarto de hora", un proyecto de transformación ecológica donde todo lo necesario debería quedar a 15 minutos. De los resultados electorales se aprende, y de Francia y las circunstancias que vivimos, puede salir la necesidad de una reflexión de renovar la oferta y la práctica política.

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