El pacto verde planteado por la Comisión Europea para alcanzar la neutralidad climática y reactivar la economía para relegar los combustibles fósiles, se inspira en una propuesta que aflora periódicamente de los demócratas en EE.UU. Es el Green New Deal, una propuesta legislativa que nació con el ánimo de abordar conjuntamente el cambio climático y la desigualdad social. La iniciativa utiliza el nombre de New Deal, recogida en un conjunto de reformas sociales y económicas y proyectos de obras públicas emprendidas por el presidente norteamericano Franklin D. Roosevelt en respuesta a la Gran Depresión de 1929.

El pistoletazo de salida se dio con un par de resoluciones promovidas en el Congreso de los Estados Unidos por la representante Alexandria Ocasio-Cortez y el senador Ed Markey en marzo de 2.019. El concepto arrastra una larga historia previa, como las propuestas de Bernie Sanders en su campaña presidencial de 2.016.

El Green New Deal es un término que agrupa diferentes propuestas políticas de transición ecológica combinada con justicia social. De ahí que politólogos, como el valenciano Ignacio Sánchez Cuenca, hablen ya de la medida como de las últimas oportunidades para articular un espacio progresista.

Una de las ventajas de este Green New Deal es que «permite tener un horizonte propositivo, algo que en el ecologismo se echa mucho en falta, ya que los diagnósticos que sólo inciden en lo mal que estamos, que es algo real, pero sin nada más. Y lo lógico es que se produzca desmoralización política», según el antropólogo gallego Emilio Santiago Muiño.

Volviendo a la resolución norteamericana, busca la transición energética mediante un mix eléctrico, que sea 100% de origen renovable y de cero emisiones, para adaptar la industria, la agricultura y la construcción a los nuevos patrones de consumo. Para amparar a la población ante la pérdida de empleos que se derivarían de la descabonización de la economía, persigue dar vivienda, educación y apoyo a las personas más pobres.

En Europa, el concepto pivota sobre un programa de acción, acompañado de movilización social para poner en el órbita política el combate contra el calentamiento. Logro que requeriría actuar en la transformación de las ciudades con una óptica que premie la renaturalización de los entornos urbano y la promoción de modelos agropecuarios, bajos en emisiones. Con el diseño de envases y embalajes recuperables.

La meta final sería abandonar el sistema basado en combustibles fósiles, para ensayar otro que pivote sobre fuentes renovables.

El caballo de batalla es la financiación. Podría provenir de recursos de la lucha contra el fraude fiscal o impuestos sobre los combustibles. En el entorno europeo se habla de la creación de bancos de inversión orientados hacia la transición ecológica. Que fueran capaces de emitir deuda respaldada, por el Banco Central Europeo. Se crearía así un círculo virtuoso. Se generarían empleos, nuevas empresas e ingresos que el Estado podría convertir en recursos económicos a partir de la tributación. Este cambio de modelo lo describe el profesor Sánchez Cuenca como el Green New Deal. Lo más novedoso que ha surgido en los últimos años. Porque, nos dice, no es volver al keynesianismo clásico, de nacionalización de la banca o las comunicaciones o de políticas de interferencia en el mercado. El Green New Deal centrifuga el ideario keynesiano en un marco distinto, vinculado a los cambios medioambientales. Para lograrlo se requiere la colaboración entre gobiernos. Esto, añade, es lo novedoso y esperanzador. Si hay futuro para un largo ciclo de políticas progresistas, va a venir desde esa orientación,

Entre las voces que se alzan a favor de esta política de la Comisión Europea destaca la del Presidente de Iberdrola, José Ignacio Sánchez Galán. Con el deseo de que «sea la base de una regulación que incentive la inversión, agilice los procedimientos y premie a aquellos que están transformando su modelo de negocio, desde hace décadas, hacia la economía verde». Esta compañía con sede en España tiene su principal fuente de negocio en el gas, el uranio y el carbón. La generación eléctrica sólo representó el 14,99% de su energía. Lo cual no ha sido óbice para que acabe de contratar con Siemens Gamesa un megacontrato para la construcción de 62 turbinas eólicas para su parque marino de Saint-Brieuc.

Las dificultades añadidas vienen de las limitaciones de materias primas (litio, cobre, silicio, estaño, acero,...) necesarias para proyectar una nueva sociedad con paneles solares en cada tejado y sustituir el parque de automóviles mundial de más de 1.000 millones de coches de carburantes fósiles por eléctricos.

En la Comunidad Valenciana el think tank de Compromís ha planteado unas ideas sobre lo que considera el nuevo modelo productivo «verde y social». Que constituye la aportación de ideas sobre el New Green Deal valenciano, una «visión» social y medioambiental con propuestas, como de la nueva «fiscalidad verde», la semana de cuatro días o la superación del turismo masivo y depredador del territorio. Ambiciosas acciones que se ponen encima de la mesa. Para que un gobierno las analice y estudie, haciéndolas compatibles, con el fondo de capital riesgo de 200 millones de euros que el president de la Generalitat, Ximo Puig, anunció en les Corts en los dias previos al estado de alarma.