No he conocido a ningún presidente del Gobierno con las tragaderas de Sánchez con tal de mantenerse en el poder. Parece que valga todo.

La coacción y el señalamiento por parte de su socio de Gobierno Pablo Iglesias a periodistas y medios de comunicación no han tenido por parte de Pedro Sánchez la menor recriminación ni la menor condena, lo cual me parece gravísimo porque como dice el sabio refranero español: quién calla, otorga. Y Sánchez ha callado.

Un asunto tan grave como este, que debería haber sido desautorizado por Sánchez desde el primer minuto no ha merecido ni una sola palabra de reprobación.

Parece que el señor Iglesias tenga carta blanca para todo hasta para decir que es legítimo insultar y criticar a los periodistas. Lo próximo serán los jueces. Y lo siguiente los partidos políticos.

Siempre hablan de conspiración. Primero para que Unidas Podemos no llegara al poder. Ahora que están para desalojarlos. La culpa, cómo no, de la prensa y los poderosos medios de comunicación. Puro chavismo. Comunismo en estado puro.

Hay que remontarse a los duros años del franquismo, donde la prensa estaba amordazada y los periodistas no adictos al régimen eran perseguidos para saber lo que era la falta de libertad durante la dictadura. Por desgracia aquellos tiempos, que muchos ya creíamos superados corren el riesgo de repetirse.

Ahora se están dando pasos agigantados, permitidos por Sánchez, para volver a la época más oscura de la mano de Iglesias, convertido en caudillo no por la gracia de Dios sino por la gracia de la hoz y el martillo.

Sánchez no puede continuar apoyándose en un gobierno de coalición al servicio de los independentistas, bajo la tutela de Pablo Iglesias porque las consecuencias para España pueden ser desastrosas a todos los niveles: social, político y económico.