Tenemos por delante el que, con mucha probabilidad, puede convertirse en el verano más particular y atípico de los últimos tiempos. Hace solo un año, por estas mismas fechas, las playas comenzaban a tapizarse de sombrillas y los aeropuertos en epicentros de movimiento humano con gentes de muchas nacionalidades. Muchos españoles aprovechábamos la época estival para conocer otros países y descubrir otros parajes y culturas. Mientras tanto, muchos ciudadanos de otras nacionalidades (sobre todo nuestros vecinos europeos) nos visitaban para disfrutar de nuestro encantador clima. Este verano todo será diferente, pero, por mucho que la situación actual nos pueda decepcionar, no dudemos de que nosotros mismos podemos generar repercusiones positivas a través del turismo responsable.

En primer lugar, si viajamos, debemos cumplir las estrictas obligaciones sociales y de salud que son, a día de hoy, la única forma eficaz de frenar la expansión de la Covid-19. Y, en segundo, si en vez de visitar otras naciones, aprovechamos esta situación para viajar más cerca, nos sorprenderemos gratamente. Poseemos un clima excepcional. Si deseamos huir del calor, podemos refugiarnos en la vertiente pirenaica o en el corredor del mar Cantábrico. Y si deseamos bañarnos en rayos de sol, tenemos una gran cantidad de kilómetros de costa para ello. Además, con nuestras vacaciones, podemos incluso potenciar la economía nacional revirtiendo nuestro gasto vacacional en un sector que lo agradecerá enormemente. En definitiva, si compartimos responsabilidades, nos desplazamos cerca y aprovechamos el verano en la medida de lo posible, quizá encontremos más virtudes que defectos en esta situación.