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Análisis

Ganas de liderazgo

La victoria del PPdeG en las elecciones del pasado domingo, ha sido, como han señalado tantos analistas, entre los que me incluyo, el triunfo de la coherencia en el mensaje y de la consistencia en la organización, pero con esto no quiero restarle importancia a Feijóo, todo lo contrario, su liderazgo ha dejado ver que todos los supuestos atributos de Fraga pertenecían más a la necesidad que los votantes populares tenían de líder, que al líder mismo. El liderazgo es una relación entre líder y seguidor que requiere, no sólo de los atributos del líder, sino también de las expectativas que los seguidores tienen a bien depositar en él, de las ganas de liderazgo, y ello porque a fin de cuentas son los seguidores los que deciden cuando un líder se conforma como tal, y también cuando deja de serlo.

Feijóo ha hecho fácil lo que parecía extraordinario en Fraga, encadenar victorias consecutivas con resultados siempre sorprendentes en escenarios diferentes y a la vez variables, dando cohesión y unidad a un partido que todos creían que se despedazaría a manos de sus barones al faltar Fraga, pero que muy pronto encontró en la Xunta de Galicia el verdadero eje vertebrador de la cohesión popular.

Este es el verdadero secreto del PPdeG, para los populares gallegos la Xunta es como la Champions League para el Madrid, como Roland Garros para Nadal, la competición que los vertebra, que los unifica, que les hace ser lo que son, Galicia, Galicia, Galicia. Y esto queda tan patente en la historia del PPdeG, que tanto Fraga como Feijóo, no tuvieron inconveniente en convivir con excelentes y exitosos alcaldes socialistas o con el fulgurante ascenso electoral del nacionalismo gallego, sin que ninguna de estas dos cosas se convirtiese en un problema para el desempeño de sus respectivas presidencias. Efectivamente, a ninguno de los dos les obsesionó que las ciudades gallegas estuvieran en manos de los socialistas, sabedores ambos de que los resultados municipales y los autonómicos no son trasladables, y que quien asienta la estrategia en la esperanza de que los resultados de las elecciones municipales o las generales se trasladen al foro autonómico, está condenado al fracaso. Tampoco les preocupó el ascenso del BNG, al que siempre recurrieron como factor de desestabilización emocional de los votantes de centro.

El PP sabe que los votantes de centro buscan estabilidad, pero también confianza en el liderazgo, y difícilmente el BNG ha tenido, hasta la fecha, la capacidad de ofrecer estas dos condiciones. La clave consiste ahora en saber si el desplazamiento de electores a la izquierda o la incorporación de los "nuevos jóvenes", es suficiente para desestabilizar en el futuro al PPdeG, o si la improbable entrada de Ciudadanos o Vox conseguirá en algún momento este objetivo, porque de no darse ninguno de estos dos escenarios, los votos y la ubicación ideológica de los votantes seguirán siendo muy similares a los de 1997, y la historia política de Galicia puede volver a discurrir por caminos semejantes a los que recorriera entonces.

La gran diferencia entre este momento y aquel reside en los liderazgos; quizás Feijóo pueda compartir con Fraga algunas condiciones, pero ni Ana Pontón ni Gonzalo Caballero se parecen ni a Beiras ni a Touriño, y para ganarle a Feijoo, la izquierda, cualquiera de las izquierdas, necesita un líder que dé confianza al centro, y los votantes de centro necesitan ver reflejada en la izquierda sus ganas de liderazgo.

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