Es triste hablar de forma recurrente de un tema como es la pandemia que nos atemoriza, pero es nuestra obligación como ciudadanos, buscar la mejor manera de dar respuestas eficaces y afrontar esta situación con todas las armas posibles.

Las preguntas que nos hacemos son sencillas: ¿Qué diferencia tiene esta enfermedad con las otras enfermedades infecto contagiosas?, ¿por qué ésta es diferente?. La respuesta a estas cuestiones ya la conocemos, su alta contagiosidad (menor que las exantemáticas como el sarampión) y su mayor agresividad que se concentra fundamentalmente en personas mayores, con comorbilidad e inmunodeprimidas.

Precisamente la virulencia del germen cuando este se expande obliga a los estados a consumir gran parte de los recursos sanitarios y decretar medidas excepcionales por el miedo a llegar al colapso del mismo y que suponga desatender a la población en sus necesidades básicas sanitarias.

Hasta aquí nada nuevo que ustedes no sepan, por ello buscar nuevas alternativas a la situación siempre pueden ser bienvenidas, sobre todo si pensamos que los más vulnerables somos las personas mayores y con morbilidad asociada, léase enfermedad pulmonar crónica, obesidad, diabetes etc.

Por ello yo hago la siguiente reflexión: ¿Hay otro método eficaz más allá de la confinación obligatoria?, ¿podemos evitar los efectos graves en la economía con medidas distintas al confinamiento?. Responder a estas cuestiones es la razón de este escrito porque sí hay otras alternativas. Creo que frente al confinamiento obligatorio de toda la población, podemos valorar una alternativa de confinamiento voluntario y solidario de la población de riesgo.

Tengo claro que discriminar a la población por razón de salud no es admisible en nuestra sociedad, así que un confinamiento selectivo obligatoria no se ajusta a ley, pero nadie puede impedir que de forma solidaria la población mayor y de riesgo, tome su propia iniciativa de confinarse para proteger y protegerse de la enfermedad (de hecho y de manera inconsciente ya lo estamos haciendo). Lo difícil es gestionar esta alternativa de forma que se cumpliera mayoritariamente sin que se señale a nadie con el dedo por no cumplirla.

Los mayores una vez más tenemos mucho que decir en esta pandemia que nos atenaza, en general somos los primeros que cumplimos las distancias, los últimos en salir de casa, los que siempre llevamos la mascarillas, etc., ahora nos queda un nuevo esfuerzo, volvamos a la cabaña, dejemos trabajar y producir al resto de la población, cuidemos de los niños en la distancia, nosotros ya conocemos la calle, sabemos de amaneceres y lunas llenas, ahora nos toca esperar y confiar que todo pase y así protegernos y proteger a todos.

Soy consciente de que puede ser un pensamiento utópico, volver a la cabaña no es fácil incluso para nosotros, pero es una alternativa solidaria, con beneficios evidentes para la sociedad y además evitar daños mayores y algo que ya estamos sufriendo en algunas regiones con confinamientos selectivos y obligatorios.

Otro tema que dejaría en evidencia con nuestra actitud solidaria es la denuncia con fuerza de las aglomeraciones insolidarias, ignorantes y sobre todo irresponsables de grandes grupos de la población que actúan en masa, con el fin de divertirse, sin pensar en sus actos casi inconscientemente que yo definiría hasta criminales.

Confío en la juventud pero solo de forma individual no como colectivo, confía en la senectud pero no de forma individual sino como colectivo, hay que aprovechar las cualidades de ambos extremos para dejar a nuestra sociedad que trabaje, cuide a sus hijos, y hagan que todo fluya con esa nueva normalidad tan anormal que estamos viviendo.