Los programas de vacunación han sido hasta ahora una de las medidas que más han ayudado a ahorrar millones de muertes, en los países más desarrollados y también en el tercer mundo. Como estamos observando, las enfermedades infecciosas contagiosas están alcanzando un nivel de expansión nunca conocido. El número de virus existentes es incontable y pueden aparecer en cualquier momento, como estamos comprobando, y además, el virus viajero provocará un gran número de muertes a escala mundial.

La avalancha de información, opiniones y noticias sobre la Covid 19 pone de manifiesto la importancia que tiene la interrupción de la transmisión de la infección y para conseguirlo la primera opción es la vacunación masiva frente a este virus. Casi doscientos laboratorios científicos están trabajando en múltiples países para desarrollar una vacuna contra este virus, de los que seis ya están en la fase de ensayos clínicos. Aunque la postura es cada vez minoritaria (5-7%), es evidente que el impacto negativo de «los antivacunas» pueda generar escepticismo sobre la futura vacuna contra la Covid 19.

Es importante que la vacuna final que se obtenga debe ser de una gran eficacia ya que, si resultara inferior en resultados a las expectativas, daría lugar a un frenazo del entusiasmo para lanzar una vacunación universal y a un crecimiento del movimiento antivacunas. Si la vacuna protege al individuo y a la vez al grupo, a la par que las infecciones subclínicas, en un intervalo del 80-90%, el virus deja de circular y con él lo hace el riesgo de contagio. El intento inglés de no intervenir inicialmente para conseguir una protección de grupo tuvo el precio de que esta alternativa incluyó aceptar que los grupos más frágiles acabarían infectándose masivamente y el número de muertes resultaría social y políticamente inaceptable.

Es evidente el descenso de los grupos antivacunas, tras el éxito mayoritarios de las vacunas infantiles, ya que más del 90% de la población infantil protegen a los pocos niños/as no vacunados mientras que estos permanezcan en el contexto de los vacunados. Pero si viajan y el contexto no es favorable, los virus siempre acaban encontrando a los no vacunados (brotes de sarampión en Disneyland o el caso de difteria en Cataluña).

Algunas celebridades ya han empezado a criticar a la futura vacuna anticovid 19, como el tenista Novak Djokovic o la «influencer» Miranda Makaroff expresando su oposición a la posible imposición de la vacuna para poder viajar o volver a la competición.

Los pediatras que siempre hemos defendido que «la vacunación es un derecho de los niños, no de los padres», deseamos una vacuna que obtenga un éxito global ya que sería una derrota total de los antivacunas ante la evidencia de su eficacia frente a una pandemia que ha originado una gran mortalidad. Esto reforzaría la percepción de beneficio de todas las vacunas en general.

El movimiento en favor de la vacunación está creciendo, incluso Francia, el país más escéptico en el uso de vacunas habría reducido entre un 15-18% el número de personas que rechazarían la vacunación. La encuesta se realizó justo un día después de que el presidente Macron decretara el confinamiento en el país. Esta misma encuesta entre los británicos, a principios de abril, reducía a un 5% los antivacunas.

Debemos también conocer, para reforzar nuestros argumentos a favor de la vacunación global, que vacunas como la triple vírica, aparte de proteger frente a las enfermedades, sarampión, rubeola y parotiditis, producidas por virus, estimulan el sistema inmune a través del llamado «efecto heterólogo de las vacunas». Esto significa que algunas vacunas (tuberculosis, sarampión y vacuna oral de la polio) podrían tener efectos heterólogos o no específicos, más allá del microorganismo diana de cada una de ellas. Esto es, protección frente a otros agentes infecciosos.

Actualmente, bajo el extraordinario impacto de la pandemia causada por el nuevo coronavirus (SARS-CoV-2) se han revitalizado las investigaciones sobre los efectos heterólogos de la vacuna de la tuberculosis, esta vez buscando pruebas de una posible protección frente a la COVID-19 ya que se produce una «inmunidad entrenada», es decir que los vacunados contra la tuberculosis responden mejor frente a cualquier infección.

Debemos aprovechar esta coyuntura que nos ofrece esta pandemia para derrotar científicamente, merced a una vacuna convincente, a los activistas antivacunas.