He tenido la ocasión de seguir con interés la discusión suscitada en las redes a raíz de la intervención de un reportero de TVE al hablar de la ola de calor en España, concretamente en Castilla la Mancha. El reportero estaba en Toledo y se mostraba escéptico ante el hecho de que fuera noticia el calor allí, puso también en cuestión las alertas de AEMET y los consejos contra el calor y acabó afirmando que él no debía estar allí según esas normas contra el calor y que seguro que había noticias más interesantes que seguir que la que él estaba dando. Rápidamente todo el mundo se posicionó a favor o en contra de su pronunciamiento público y el punto culminante llegó cuando Albert Barniol, el hombre del tiempo de TVE, se refirió indirectamente a este reportero acusándolo de «cuñado que no sabe que, aunque el calor sea normal y no sea noticia, la persistencia del mismo en mucho lugares sí lo era». Ese mismo día había publicado en una columna acerca de las obviedades del verano algunas de las cosas de las que se quejaba el reportero y me alegré de la diatriba pública que lanzaba porque, por fin, alguien se decidía a expresar en público algo así. Ya sé que la persistencia del calor sí puede ser noticia reseñable, ya sé que no se deben desoír los avisos de AEMET y los consejos para combatir el calor, por obvios que parezcan, pero no puedo evitar estar de acuerdo con este reportero cuando pocas voces expertas se quejan lo necesario si se ilustran los rigores del calor con los malditos y falsos termómetros de calle. En mis contactos con los medios de comunicación ya he notado muchas veces las notables diferencias de criterio entre los reporteros que mandan a hacerte las preguntas y los editores que las montan, hasta el punto de que te preguntas de si lo que dice el titular de prensa o los 15 segundos que ponen de los 40 minutos de entrevista tienen algo que ver con lo que tú dijiste. A veces sólo hay un necesario resumen mal montado para que sea más impactante, pero, en ocasiones, hay directamente intención de manipular la noticia con fines partidistas, como la vez que me preguntaron sobre la sequía en Alicante, que yo catalogaba como una aridez estival normal, para sacar justo el corte que les interesaba y poder argumentar en favor del trasvase del Ebro. También recuerdo la angustia de una reportera de la extinta Canal 9 cuando me decía, que sin saber aún si entraba en el ERE de la cadena pública, había sido enviada a cubrir una noticia en el Pantano de Isbert en plena Gota Fría, jugándose el tipo. Lo mejor es, sin duda, el directo en radio o televisión, y en prensa escrita la plena libertad de escribir un artículo de opinión como éste. Entre el reportero y el editor no puedo evitar ponerme de parte del primero, aunque de todo haya y entienda la necesidad de alguien que procese las noticias para ofrecerlas a la opinión pública.