Las corrientes filosóficas vienen avisando desde hace décadas, e incluso siglos, de una tendencia a la individualización por encima del colectivo. La supremacía del yo. Esta actitud frente a nuestro entorno, que engloba evidentemente la parte social pero también la medioambiental, que es la que aquí nos atañe, ha ido agudizándose con el paso del tiempo y es muy fácil ver conductas vehementes. El colmo está llegando en este año 2020, donde la humanidad se enfrenta a retos muy preocupantes, como la pandemia o el calentamiento global, que solo se pueden solucionar desde la solidaridad y el respeto. El resultado de estas afrentas pueden marcar nuestra vida en las próximas décadas, se trata de problemáticas tan acuciantes que ya no vale eso de "los que vengan ya se apañarán". Los efectos estamos viviéndolos aquí y ahora.

Estos días no he podido evitar hacer paralelismos entre la conducta de la sociedad frente al coronavirus y al actual cambio climático. Estamos viendo a muchas personas que evitan la mascarilla, no ponen en práctica el distanciamiento social y se ven amenazados por las recomendaciones sanitarias. Con esto, ese individuo se está poniendo en riesgo a sí mismo y evidentemente a su familia, pero como esto va de 'yoísmos', nos vamos a quedar con el sujeto vanidoso. Ahora algunos se sorprenden de esa indiferencia que muestran, pero los que llevamos un tiempo tratando de subrayar la gravedad de la crisis climática y medioambiental sabemos de buena tinta que, en general, a muchos sujetos el bienestar de todos les importa un comino. Prevalece la satisfacción propia e inmediata.

La Tierra se ha calentado cerca de 1 ºC desde la era preindustrial, no para de incrementarse el número de refugiados climáticos, pronto habrá más plásticos que peces en los océanos y la OMS estima que cerca de 7 millones de personas mueren cada año como consecuencia de la contaminación atmosférica. La respuesta frente a todo esto es casi nula, ya no solo de los estados sino de la gente a pie de calle. ¿Qué podíamos esperar de quien tira bolsa de patatas y la botella de tinto de verano al mar? Pues eso.