Una de las acepciones de la palabra binomio es: «Conjunto de dos cosas tomadas como elementos en equilibrio o dependientes uno de otro». La relación entre el crecimiento económico y la sostenibilidad en sus tres facetas (económica, ambiental y social) es algo que ya poca gente cuestiona en nuestro país. Estamos viendo, a raíz de la pandemia generada por la covid-19, lo que ocurre cuando el crecimiento se interrumpe y pasa a ser decrecimiento: ERTES, pérdidas de puestos de trabajo y de beneficios empresariales, crecimiento de la deuda pública? en definitiva, una recesión que tardaremos más de dos años en superar. También hemos visto que la parada parcial -y durante algunos días casi total- de la actividad económica ha mejorado la inmensa mayoría de los parámetros ambientales. Nos encontramos ante un reto que nos obliga a buscar un equilibrio entre ambos conceptos. Lo fácil es apostar por uno de los dos extremos pero como dice el monje budista Thich Nhat Hanh: «no podemos limitarnos a derrotar uno de los dos bandos, debemos trascender esa tendencia a tomar partido por una de las partes». Corren malos tiempos en nuestra sociedad para seguir este consejo; sin embargo, sólo trascendiendo la radicalización podremos aspirar a construir un mundo mejor.

Si lo vemos desde una perspectiva regulatoria, el crecimiento económico tiene sus propias reglas y no admite, a largo plazo, ni maquillajes coyunturales ni respiración asistida. Se trata de darle el espacio que necesita y exigir el debido control a los órganos supervisores. También la sostenibilidad ha generado un marco regulatorio cada vez más exigente para que cumplamos con el deber moral de dejar a nuestros descendientes un mundo mejor que el que nosotros recibimos. Baste como ejemplo que el el Gobierno aprobó el anteproyecto de ley de Cambo Climático. Si tenemos los instrumentos legales ¿qué nos falta?

Nos falta convicción personal y confianza entre nosotros. Aquí es donde la ética tiene un papel fundamental. Debemos potenciar las actitudes que hagan posible un mundo distinto, un mundo mejor. Debemos cuidar. En palabras de la profesora Adela Cortina se trata de un cuidado que no sea una técnica, sino un nuevo paradigma de relación con la naturaleza, la Tierra y los seres humanos para que esta actitud de cuidado haga también posible la sostenibilidad. De esta forma nos saldremos del torpe juego de suma cero en el que los radicales de un extremo piensan que todo crecimiento es lesivo para la sostenibilidad y los del otro extremo aducen que lo importante es maximizar el crecimiento aún a costa de la sostenibilidad. Vivimos en un mundo complejo en el que hace tiempo que se acabaron soluciones simples a pesar de que estén de moda (la radicalización es una de ellas). Busquemos aquellas fórmulas que nos den como resultado una suma positiva: el crecimiento desde la sostenibilidad. Para ello tendremos que comprometernos moralmente y eso también es un gran reto.