Durante los últimos días muchas personas han podido asistir a la cita con el cometa NEOWISE. Espectáculos astronómicos de este calado no ocurren todos los días. Y son oportunidades únicas, tanto para el campo científico como para la sociedad en general.

No obstante, algo que ha llamado poderosamente la atención durante las noches de observación del cometa, ha sido la enorme cantidad de satélites que orbitan la Tierra. La escalada tecnológica de los últimos años, sumado a las necesidades por parte de la ciudadanía en relación a la comunicación, está llevando a empresas de este sector a monopolizar el espacio, como si se tratase de un área de dominio privado. De continuar por esta senda, el coste será mucho más alto de lo que podamos imaginar. No solo por la imposibilidad de disfrutar de un derecho tan sencillo como observar el Cosmos, si no por las enormes dificultades que encontrarán los profesionales de la investigación para continuar ayudándonos a comprender mejor qué ahí más allá de nuestro planeta y seguir descubriendo qué secretos guarda el universo del que formamos parte.

Es imperativo alzar la voz en objetivo de concienciar sobre la relevancia de estos argumentos. No es comprensible que estemos sacrificando algo tan fundamental para poder tener mejor cobertura en nuestros teléfonos móviles. Disponer de ella es necesario, no cabe duda, pero es urgente encontrar un equilibrio entre ambas partes, si no, por mucho que podamos llamarnos, quizá nunca volvamos a marcar un número para decir algo tan sencillo (y bello) como «Hay un cometa en el cielo».