Ayer me encontré con un joven en el metro que estaba muy enfadado. El cruce de miradas dio lugar a una pequeña pero intensa conversación de varios minutos, que fue suficiente para corroborar el malestar de este joven. «La culpa del rebrote del virus recae en la juventud por no cumplir con las medidas de seguridad durante las fiestas nocturnas, los botellones y el hacer lo que les da la gana en cualquier momento y lugar». Según este joven, este es el mensaje que está en boca de muchos ciudadanos.

A pesar del escaso tiempo que tuvimos durante el trayecto, la conversación fue poco a poco animándose. El joven se mantuvo firme en la idea de que se está estigmatizando a los jóvenes en general como únicos culpables de los rebrotes de la pandemia; a pesar de que se están dando también muchos casos en reuniones, celebraciones, comidas y reencuentros entre familias. El joven afirmó que los adultos también están en las fiestas nocturnas. Le asentí que es así, pero la gran mayoría de asistentes a estos eventos son jóvenes. Este joven respondió que vivimos en una democracia y que la libertad es uno de sus principios.

Ante esta afirmación, le mencioné que la filósofa Victoria Camps, en su libro Virtudes públicas, afirma que: «aprender a utilizar adecuadamente la libertad es el reto de la ética en las democracias liberales». Es cierto, le dije al joven, que el clima político de continua tensión y confrontación que estamos padeciendo los ciudadanos no beneficia a nadie y mucho menos a los jóvenes. Se debería construir como comenta Victoria Camps, «un clima de colaboración y cooperación», sobre todo en esta situación tan grave que estamos viviendo a causa de la epidemia del coronavirus.

Como sabemos, la ética debe enseñarse en el seno de las familias, en las escuelas y en la propia sociedad. En ese sentido, Victoria Camps explica que la Educación tiene que «dirigir, formar el carácter, la personalidad, llevar al individuo en una determinada dirección, la educación no puede ni debe ser neutra». Estoy totalmente convencido de que los botellones y las fiestas nocturnas sin cumplir las medidas de seguridad contra la COVID-19 se hubieran evitado con una educación rica en valores éticos, como el respeto a los demás, la solidaridad y la fraternidad.

El joven se quedó pensativo, pero como me tenía que bajar en la siguiente parada, le invité a seguir nuestra charla la próxima vez que volviéramos a coincidir en el metro. El joven me sonrió y asintió con la cabeza.