El estudio «La Escuela En Casa» (EEC), del que ha informado Levante-EMV en sus ediciones de 26 y 27 de julio, sirve, en parte, como un espejo en el que se puede mirar la sociedad. Nos aporta las miradas de quienes han estado confinados viviendo la EEC. Las familias participantes representan un gran espectro de clases medias, aunque están poco representados los colectivos más vulnerables. El profesorado también es un colectivo muy similar incluyendo docentes del sector público y del privado. Sus resultados nos orientan hacia muchos temas sobre los que reflexionar, pero nos centraremos en este momento en dos: el papel de la mujer en la educación y el modelo de escuela.

La mayor parte de personas que han respondido la encuesta son mujeres (en familias, el 85% y en docentes el 79%). Este papel protagonista de la mujer en la educación familiar y escolar está consolidado, además de su progresiva incorporación al mundo laboral, lo que genera una brecha de género excesiva. Buena parte de las dificultades vividas en el hogar para asumir la EEC están relacionadas con ello. Ellas asumen demasiadas tareas, no hay una distribución equilibrada por roles de género. Quizás los hombres deberíamos preocuparnos, simplemente por justicia social, de asumir un rol realmente igualitario, asumiendo responsabilidades. Además, la mayor cantidad de participantes en la EEC, mujeres, tienen estudios superiores. Si observamos la evolución del número de universitarios de los que nos informa el Instituto Nacional de Estadística de España, es contradictorio que se produzca una creciente mayor capacitación de la mujer y que, a la vez, se mantengan, o incluso se incrementen, las desigualdades de género.

Por otra parte, la política educativa no puede diseñarse de manera independiente de las políticas sociales y económicas, pues está íntimamente ligada a ellas. Hay que promover la prospectiva: analizar hacia dónde puede y debería ir nuestro futuro como sociedad, para que la oferta educativa no sea sólo una respuesta a lo que demande el mercado, sino que la educación sea la que promueva cambios sociales hacia direcciones deseables, creando nuevas formas de afrontar la vida.

En la sociedad, el uso de móviles y las tecnologías se han ido integrando en la vida diaria. Sin embargo, la escuela parece, en parte, seguir de espaldas a ello. Es necesario abordar un modelo más actual de escuela en el que, además de las tareas presenciales tradicionales se integren otras actividades que se realicen a través de internet. Pueden realizarse en la misma escuela, pero lo más deseable sería complementarlas con tareas a realizar desde el hogar y con participación familiar. Al menos, las mujeres han señalado estar dispuestas a asumir ese papel. Seguro que muchos hombres también lo harían. Es el único medio que puede hacer realidad que la escuela viva también en un escenario físico y virtual. Hay alternativas de trabajo escolar para que desde la escuela se forme al alumnado para vivir en la Aldea Global física-virtual. Muchas tareas importantes ya se realizan mediante internet, pero el alumnado concibe únicamente la tecnología como un medio para la diversión en su casa. Ha de conocer para qué le sirve y prepararlo para que se enfrente al futuro, siendo capaz de adaptarse a los cambios, pues vivirá en un escenario que ya existe, pero que también cambiará cada día: el mundo híbrido físico y virtual. Los especialistas en tecnología educativa nos informan de métodos con los que se estimula la acción individual del alumnado, su creatividad, motivación y capacidad para resolver problemas, así como el trabajo en equipo. Todo ello, de momento, se lo han estado perdiendo muchos estudiantes.

La pandemia nos obliga a repensar el futuro con un espíritu de re-diseño de la educación, del tejido industrial-empresarial, el cuidado del medio ambiente y de la atención a la cohesión social. El sector público debe cuidarse al máximo para que, en complicidad con la iniciativa privada, sea el motor de cambio que favorezca la transformación social. Es necesaria una política de inclusión tecnológica, de forma que nadie pueda estar en riesgo de exclusión por la escasez de recursos tecnológicos, ni por la carencia de conocimientos fundamentales para utilizarlos adecuadamente. Es posible orientar actividades educativas que involucren a las familias, y que las formen desde los mismos centros escolares, para que sean los acompañantes necesarios del alumnado y cobre realidad el hecho de la educación como colaboración entre escuela y familias.

La base para lograrlo: políticas sociales y económicas que faciliten la conciliación de la vida familiar-laboral. La falta de tiempo en el confinamiento, ha sido la dificultad más señalada, tanto por profesorado como por familias para el buen desarrollo de la EEC. Es un buen reflejo de lo que ocurre también sin confinamiento. En ello, gobiernos, agentes sociales y económicos, tienen la llave para hacer posible que las familias dispongan de tiempos y estímulos para participar de manera activa en esa nueva realidad física y virtual.

Es necesario un gran pacto social post-pandemia también para una nueva escuela y para ello, las decisiones políticas se han de apoyar en estudios que aporten información para mejorar la realidad. Cualquier investigación científica, y la educativa también lo es, tiene un valor: perturbar la paz que ofrece la ignorancia, y movilizar a personas y sociedades hacia el cambio.