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Javier Cuervo

Artículos de broma

Javier Cuervo

El importador norcoreano

Como los cuentos infantiles de siempre, Corea del Norte es un relato con un argumento sencillo y una moraleja explícita que contiene una historia de terror. A los nacionalismos fervorosos y a los niños les gustan los relatos que pueden entender: papá, mamá, nosotros, los malos que acechan fuera... Hasta ahora, Corea del Norte, una dictadura ultranacionalista, había negado la infección del Covid 19. Pudo hacerlo porque, sin transparencia, nadie cuenta los muertos, pero para el coronavirus microscópico, cualquier muro es poroso y el país de Kim Jong-Un acaba de reconocer un caso. Con paciente cero, Corea del Sur admite que la enfermedad anda por su solar, pero aprovecha para dar una lección a su pueblo y al mundo.

El primer enfermo es un traidor de 21 años, que entró en Corea del Sur en 2017, violó a otra desertora, pasó tres años en la desgraciada tierra vecina y regresó a su país, a nado y contagiado. Así son los desertores: los peores cuando se van, que traen lo peor cuando vuelven. Hay 30.000.

Un país perfecto en su hermética completud, que cuando se siente amenazado hace un desfile militar; cuando aparece débil lanza un misil al mar; cuando es desprestigiado enseña decorados imperiales y cuando tiene alguna disidencia la silencia a tiros, sólo puede sufrir la pandemia por un ser infecto en sus dos sentidos.

El Covid es malo incluso para el nacionalismo. Cuando lo quieren aprovechar para el relato les queda fatal porque rechina argumentalmente. Hace unos días, al desorientado presidente de la Generalitat de Catalunya Quim Torra se le escapó decir: "por la salud de todos necesitamos la independencia". Es una invocación sentimental tan soez que, en lo que dura la frase, Quim fue indistinguible de Kim. Vaya.

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