En los últimos días he podido disfrutar de un territorio muy especial desde el punto de vista geográfico como lo es Galicia. No obstante, he seguido viendo comportamientos o estampas que dan vergüenza, como encontrarme mascarillas en las aguas de todo un Parque Nacional como lo es el de las Islas Atlánticas, y en concreto en las Cies. También algunas botellas tiradas por ahí. Por desgracia no es un caso aislado en nuestro país, ya que estas imágenes tan desagradables se están repitiendo por numerosas zonas de montaña, en las costas, ríos y también en los núcleos urbanos. Desgraciadamente, al igual que no se puede controlar la responsabilidad individual de llevar la mascarilla puesta, tampoco se puede hacer lo mismo con los incívicos. No aprendemos, cosa que ingenuo de mí pensaba que ibaa cambiar con la delicada situación actual del COVID-19. Al final llegarán la vacuna o la inmunidad grupal, pero nuestros montes, ríos y océanos seguirán estando ahí con todos los plásticos que tardarán en descomponerse cientos de años, con su impacto sobre la flora y la fauna. A todos nos preocupa lo inmediato, pero nadie piensa a medio y largo plazo. ¿Qué planeta tendremos en unas décadas? Y al fondo asoma el problema del proceso actual de calentamiento global, del que parece que nadie se acuerda. Es triste pensar que mucha gente sólo aprende a base de multas o cuando algo malo le toca de cerca. La situación actual es terrible desde el punto de vista de fallecimientos, social y económico; pero parece una advertencia de nuestro planeta. ¿Otra a la que se le hará caso omiso hasta que sea tarde?