Cuando lo peor de la crisis está por llegar, aquí nuestras señorías reciben entre aplausos y vítores al presidente del Gobierno Pedro Sánchez para rendirle pleitesía, recordando aquella delirante escena de Bienvenido, Míster Marshall, del gran Luis García Berlanga, con el pueblo engalanado y los vecinos aplaudiendo a rabiar mientras los americanos pasaban de largo, pero ahora con Sánchez de protagonista y en lugar de Villar del Río, el Parlamento. Todo muy berlanguiano.

Los fondos que ha recibido España de la UE, los famosos 140.000 millones, están condicionados a una serie de reformas de gran calado que tendrá que acometer el Gobierno.

Veremos si sigue aplaudiendo Iglesias cuando tenga que meter la tijera a los gastos y no pueda tocar ni una sola coma de la reforma laboral que ahora quiere derogar.

Los Presupuestos Generales del Estado van a ser la gran prueba de fuego de esta legislatura. Bruselas no va a dar el visto bueno a unos presupuestos que ponen el foco en el aumento del gasto público.

Cuando vi como recibían a Sánchez entre aplausos, los diputados socialistas y los de Unidas Podemos, aparte de sentir un auténtico bochorno, me acordé de las casi 45.000 personas que han fallecido víctimas de la Covid -19 y de sus familiares. Yo por desgracia tengo una persona muy cercana que ha fallecido por coronavirus y cuyas cenizas descansan todavía en casa de uno de sus hijos porque no han podido llevarlas al cementerio ni oficiarle una misa de responso.

Con una caída del empleo sin precedentes, que es posible que supere el 20% y con una situación económica que requiere de medidas urgentes porque es más que posible que volvamos a un nuevo confinamiento, con lo cual la economía puede ralentizarse aún más, sus señorías no solo se van de vacaciones el mes de agosto, sino que mienten descaradamente sobre comités de expertos para controlar la desescalada del virus que nunca existieron salvo en la mente de Sánchez.

Como señala Eduardo Sotillos en su muro la falta de respeto a la ciudadanía y la irresponsabilidad, la falta de escrúpulos y desvergüenza sanchistas son asombrosas. Las consecuencias las pagaremos todos, claro.