Afortunadamente nos encontramos ya en la salida de la gravísima crisis sanitaria que venimos sufriendo desde hace unos meses por causa de la covid-19, aunque aún nos quede un largo trecho de coexistencia, esperemos que pacífica hasta que dispongamos de la vacuna salvadora. Sin embargo, en paralelo estamos entrando en una crisis económica de ámbito mundial y nacional de enormes proporciones.

En nuestro caso, la desmesurada crisis afectará, sobre todo, al sector turístico y empresas de servicios del mismo, tales como las agencias de viajes, compañías aeronáuticas, etcétera y aquellas otras como son las instalaciones hoteleras, negocios de restauración o de comercio de proximidad, ocasionando cierres masivos, muchos de ellos ya iniciados, que van a generar un nivel de paro insoportable que superará, dramáticamente, los dos millones de empleos.

Ciertamente, como la experiencia histórica nos enseña, la única salida paliativa para contrarrestar los terribles efectos socioeconómicos que la misma genera se encuentra en la disposición de una inversión pública 'de caballo' de tipo keynesiano, tal como afortunadamente nuestro Gobierno ha conseguido en Bruselas el 21 de julio pasado y financiable mediante una masiva emisión de deuda pública europea, en gran parte mutualizada al haberse superado los egoísmos neo-nacionalistas que los denominados países 'frugales' venían manifestando. Lo contrario hubiera sido condenar a la depresión los países del sur europeo, entre ellos España, durante generaciones y la aparición adicional de peligrosos movimientos políticos de ultraderecha ya sufridos y conocidos en épocas históricas no tan lejanas.

Pues bien, alabando la sensata decisión adoptada por Europa, procede disponer un programa plausible de política económica para aplicar los 140.000 millones de euros de recursos públicos que nos han correspondido con criterios de eficacia social y cuyo objetivo esencial sea la recuperación socioeconómica, de la drástica y dolorosa situación de depresión que indudablemente vamos a sufrir a corto-medio plazo.

Parece razonable que esta inversión en España habría que aplicarla, entre otras, sobre la base de la disposición de tres grandes estrategias.

En primer lugar, desagregando la primera estrategia en dos objetivos básicos:

1º.- la mejora y recuperación del sistema público de salud, tan recortado por las políticas neoliberales aplicadas desde los 2000, y

2º.- la investigación científica y biológica que impida que una eventual réplica pandémica nos coja de nuevo desprevenidos.

La segunda estrategia habría que aplicarla a la lucha contra el cambio climático, crisis ya iniciada con consecuencias globales aún peores que la ocasionada por la pandemia actual y apoyada en el Pacto Verde europeo que ya se encuentra puesto en marcha.

La tercera y última estrategia deberá dirigir una parte fundamental de los recursos obtenidos a los sectores generadores de empleo masivo que posibiliten la recuperación de los millones de puestos de trabajo de los sectores turísticos y servicios que van a pasar al paro. En este sentido se constatan dos aplicaciones fundamentales:

1ª.- la compleción de las infraestructuras viarias, ferroviarias y telemáticas que terminen de vertebrar el país y, sobre todo, revitalicen e incorporen a la España modernizada la insoportable situación de la España vaciada, y

2ª.- la creación, al fin, de un Programa Público de Viviendas en Alquiler Social que permita alcanzar la media europea de 65 viviendas por cada 1.000 habitantes, lo que comportaría para España un parque de 3 millones de viviendas, cuando solo disponemos de 1/8 de la media, es decir 8 viviendas por cada 1.000 habitantes (fuente, Carme Trilla).

Este es el momento para la construcción masiva de este tipo de viviendas sociales, no solo promoviendo las tradicionales Viviendas de Protección Pública, las conocidas como VPO, sino también, y sobre todo, las innovadoras viviendas dotacionales a ubicar en suelos de uso y dominio públicos destinadas a menores de 35, mayores de 65 y a colectivos vulnerables.

También es el momento de acometer masivas actuaciones de rehabilitación energética y de accesibilidad universal y, en concreto, a implantar en los numerosos parques de vivienda social existentes a lo largo y ancho del país que fueron promovidos en su día por la Obra Sindical del Hogar, el IPPV, etcétera (más de 500.000 viviendas).

En fin, hagamos de la necesidad virtud y aprovechemos inteligentemente las oportunidades que nos ofrece esta terrible crisis, no solo para salir lo más eficazmente posible de la misma y recuperar, como mínimo, la situación anterior pre-crisis pero mejorándola en sus estructuras básicas, sobre todo mediante la aplicación de intencionadas medidas y disposiciones de política social que permitan paliar, de una vez por todas, los insoportables niveles de desigualdad que la aplicación de políticas neoliberales causaron tras la crisis inmobiliaria anterior.