Hoy 9 de agosto se celebra el Día Internacional de los Pueblos Indígenas. Hace 25 años, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) creó esta fecha conmemorativa a través de un decreto, con el objetivo de garantizar condiciones de dignidad mínima para los pueblos indígenas de todo el planeta, especialmente con respecto al derecho a la libre determinación de sus condiciones de vida y culturales, así como la garantía y disfrute de los derechos humanos.

Tras más de 500 años de expansión de las formas de sociabilidad impuestas al colectivo, principalmente por los europeos, esta fecha representa un logro importante en la lucha para minimizar el impacto de los históricos ataques sufridos contra sus tradiciones y territorio. Con la publicación del decreto se formaron grupos de trabajo para preparar una declaración sobre el tema. Así, el 13 de septiembre de 2007, la Asamblea General de la ONU aprobó el texto de la Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas.

Uno de los principales objetivos de esta declaración es garantizar la libre determinación de los diferentes pueblos indígenas del mundo, sin someterlos a ninguna medida contra su voluntad, como se expresa en el artículo 3: «Los pueblos indígenas tienen derecho a la libre determinación. En virtud de ese derecho determinan libremente su condición política y persiguen libremente su desarrollo económico, social y cultural». La declaración fortalece la resistencia económica, política, religiosa y cultural que aún mantienen diversos grupos étnicos indígenas distribuidos por el globo.

En el caso de Brasil, el último censo demográfico publicado en 2010 revela una población de 850.000 indígenas divididos en más de 200 grupos étnicos. El descenso de esta población fue expresivo desde la llegada de los portugueses al país, pasando de 3 millones, en 1500, a miles en el siglo XVII. Los exterminios, las epidemias y también la esclavitud han sido las principales razones de esta reducción.

Fue solo ya bien entrado el siglo XX cuando estos pueblos empezaron a tener voz en Brasil. La Constitución de 1988 garantizó a los indígenas el respeto por su organización social, costumbres, idiomas, creencias y tradiciones, además de reconocer su derecho original a las tierras que tradicionalmente ocupan. En el ámbito internacional, estas garantías se vieron reforzadas algunos años después con la Declaración de la ONU de 2007.

Sin embargo, en 2020 la lucha de estos pueblos sigue centrándose en la preservación de sus tradiciones, además de la recuperación de sus territorios originales. En contra de todas las conquistas históricas, desde la elección de Jair Bolsonaro para la presidencia brasileña, las comunidades indígenas en el país presencian un aumento significativo en el número de acciones de recuperación de tierra, desalojos, ataques ilegales y asesinatos, alentados por una fuerte presión política contra la demarcación de sus tierras.

En su discurso, Bolsonaro se hace eco de la idea de asimilación o «civilización» de los pueblos indígenas, según la cual estos pueblos tienden a perder su identidad e integrarse con la población no indígena a medida que ocurre esta aproximación. Dicha asimilación es totalmente contraria a los logros reflejados en la Constitución del país y expresados en la Declaración de la ONU, que extienden la aceptación de que los pueblos indígenas tienen sus propias costumbres y organización social.

Se entiende que el propósito de esta política es la destrucción de las tradiciones indígenas, convirtiéndoles en «ciudadanos comunes», sin atentarse al hecho de que, «integrados», los indígenas se convierten en ciudadanos aún más empobrecidos y marginados en la sociedad brasileña. Además, la ausencia de amparo público llega en un momento en que las cifras muestran que los indígenas se encuentran entre los grupos más afectados por la covid-19.

Un estudio de la Universidade Federal de Pelotas (Brasil) que analizó una muestra de la población de 25.000 personas, revela que el 3,7 % de los indígenas están infectados por el virus, un número que supera con creces el promedio nacional, que es del 1,5 %. La Articulación de los Pueblos Indígenas de Brasil (APIB) estima que la tasa de letalidad de la covid-19 entre los indígenas es del 9,6 %, un número bastante alto en relación con el promedio de la población brasileña (alrededor del 5 %).

Para dar a conocer las necesidades de estos pueblos, cada 9 de agosto seguimos celebrando el Día Internacional de los Pueblos Indígenas. En el caso de Brasil, especialmente ahora, nos necesitan. En su constante lucha por la promoción y defensa de los derechos humanos, la Fundación por la Justicia se está movilizando para llevar a cabo proyectos de cooperación al desarrollo que puedan visibilizar y fortalecer las reivindicaciones de este colectivo.