No se trata, únicamente, de salvar la industria de la Comunitat Valenciana, como con toda lógica se podría deducir del título de este artículo, sino además y principalmente de proyectar un futuro industrial con capacidad de enfrentarse a los nuevos retos, a los cambios que se están produciendo y ganar productividad para ser más competitivos de manera sostenible y respetuosa con el medioambiente.

En primera instancia, en esta dura crisis sanitaria, mantener la actividad económica, las rentas y el empleo es el objetivo inmediato, especialmente cuando nos referimos a aquellas empresas que no se improvisan, que son plenamente viables o que incorporan en su proceso productivo o de servicios I+D+i, valor añadido y empleo de calidad. No seré yo quien no entienda las dificultades de todos los sectores y el drama personal y vital que lleva aparejada esta crisis, pero las millas de oro de las distintas ciudades asociadas al comercio recuperarán su valor y actividad en cuanto pase la pandemia. La industria es otra cosa.

Para el futuro, si queremos alcanzar ese 20 % del PIB industrial en nuestra economía debemos cumplir la hoja de ruta que el reciente acuerdo por la recuperación de la Comunitat Valenciana alcanzamos UGT, CC OO, CEV y Consell en el Acord Social.

En él se pretende impulsar el uso de energías renovables con tres objetivos: el medioambiental, la disponibilidad de energía a precios competitivos, fundamentales para la industria, y el salto tecnológico que representa ser punteros en este tipo de producción energética. Avanzar hacia nuevos modelos de movilidad y transporte completando los grandes 'hubs' interoceánicos con redes logísticas regionales, impulsando infraestructuras vitales como el corredor mediterráneo o el cantábrico y apoyando al sector ferroviario del que disponemos como industria innovadora y competitiva. Agilizar la tramitación y la realización de obra pública, no solo por representar un motor en el corto plazo para la recuperación económica, sino por lo que representa desde el punto de vista de la atracción de inversiones industriales con vocación exportadora. Fomentar la innovación privada y destinar más recursos a la pública a través de la Agencia Valenciana de Innovación, mediante la compra pública innovadora y la colaboración estrecha entre los centros de producción del conocimiento y la empresa, así como impulsar la transformación digital, la I+D+i aplicada y el diseño. Apostar por la soberanía alimentaria sostenible que priorice el consumo de proximidad, la agricultura ecológica y la industria agroalimentaria. Favorecer la economía circular, la reducción de desechos y del plan integral de residuos. O incentivar la rehabilitación de viviendas y la construcción de obra nueva mediante el plan Renhata, no solo por su valor medioambiental, sino por su imprescindible incorporación de alta tecnología y valor añadido que exige a los sectores industriales que proveen a la construcción.

Cuanto se refiere debe venir acompañado de una transición justa que facilite la descarbonización de nuestra economía sin dejar a nadie atrás, y para ello la formación de los trabajadores y trabajadoras se presenta como determinante, pero no solo de aquellos más afectados por dicha transición, sino para el conjunto de nuestra población activa. En este sentido, se ha anunciado el Plan para la Formación Profesional y la Empleabilidad aplicado a la Comunitat Valenciana con cinco ejes: acreditar la competencia profesional de 21.000 trabajadores este año lo que les permitirá engancharse al sistema de formación reglada, ampliar la oferta de FP con 8.300 plazas más este próximo curso, formar a 3.000 profesores en habilidades digitales, crear 52 aulas de emprendedores o nuevas aulas de tecnología aplicada con alta dotación tecnológica.

En el presente inmediato, seguimos comprometidos con el mecanismo de regulación temporal de empleo, para evitar la destrucción de empresas y de puestos de trabajo, que nos permita reactivar el tejido productivo de forma escalonada y progresiva. Esta crisis nos ha demostrado que hay alternativas a las planteadas en la crisis financiera del 2008, y que la reforma laboral solo ha servido para precarizar el empleo y su dualidad, mientras se mostraba ineficaz para abordar las necesidades que nos ha impuesto la pandemia y que hemos resuelto, una vez más, mediante el diálogo social.

En definitiva, tenemos una industria valenciana con capacidad y potencial en buen número de sectores estratégicos considerados claves en nuestra economía, como el automóvil, la cerámica, la química, el metalmecánico o el agroalimentario, pero todos ellos necesitan de las estrategias diseñadas en ese pacto social. Las sociedades más ricas, cohesionadas, con mayores cotas de bienestar y mejores salarios tienen un alto peso industrial en su economía. Y son democráticas: respetan el papel de las organizaciones sindicales, a las que reconocen y escuchan.

Desde la Federación de Industria, Construcción y Agro de UGT en la Comunitat Valenciana queremos aportar, como siempre, porque quizás como nunca antes es el momento de trabajar todos juntos y avanzar.