Nos levantamos cada día con el cambio a cuestas. Nosotros, los de antes, ya no somos. Vivimos en una especie de letargo, esperando con la puerta abierta para ver si regresa la normalidad que la pandemia nos ha arrebatado.

Y mientras, el verano nos regala un gran bálsamo para el alma y un silenciador de preocupaciones. Subimos el volumen de las olas del mar para que el sonido de la otra ola, la que preocupa, permanezca en 'mute'.

Empezamos a darnos cuenta de que esta situación no es tan pasajera. Las miradas, que han conseguido quedarse al descubierto entre tanta protección, se pierden a lo lejos esperando enfocar algo que nos dé seguridad, que nos apacigüe el desasosiego. Pero a lo lejos, la incertidumbre nos quita el brillo de los ojos. Demasiadas preguntas sobre una situación que desconocemos todos. Nunca antes nos habíamos percibido tan iguales, tan en el mismo punto de ignorancia, desde diferentes puntos del planeta. Este virus no hace escalas y trata a todos, sin excepción, de tú.

Ahora, ya no somos los mismos. Después de unos meses, las rutinas, las costumbres, nuestros trabajos, la educación de nuestros hijos, las compras, la quedada con amigos, son diferentes. No es fácil asimilar tantos cambios en tan poco tiempo, pero es necesario mirar con otros ojos para ver las cosas tal como son y comenzar a crear algo nuevo. Aquí, ahora, con lo que tenemos y con lo que hemos conseguido.

Elige tus nuevas gafas para enfocar mejor de lejos. Deja que tus ojos descansen. Esa mirada, la de antes, ya no es suficiente para ponernos en marcha de nuevo y encontrar soluciones entre tanto desorden.

A lo lejos, o demasiado cerca, según las circunstancias de cada uno, la estabilidad laboral desaparece hoy como el castillo de arena que engulle una ola. Sin tiempo y sin preaviso. La Naturaleza es así, caprichosa con los destinos y arrebatadora de planes. Este virus nos ha pillado desprevenidos. Nos ha dejado atolondrados y nos quiere abatidos. Caerse está permitido, mantenerse en el suelo, prohibido. Cada uno sabe a qué golpes ha sobrevivido a lo largo de su vida. Seguro que hemos sido capaces de levantarnos ante otras crisis y otras bofetadas del destino. Somos más fuertes de lo que creemos y podemos ver más oportunidades de las que imaginamos. Mira a lo lejos, pero mira bien, con las gafas adecuadas. Si no enfocas, cambia las lentes, adáptalas a lo que necesitas para seguir adelante. Camina, crea caminos, salidas, lo que haga falta. Dibuja, borra y vuelve a dibujar. El futuro es incierto para todos. Pero donde hay desorden podemos crear cosas nuevas, de otra manera, a nuestra manera quizá. Ahora sí.

No te ancles. Desengánchate de una realidad que empieza a ser irreconocible. No te aferres a preguntas circulares. El futuro tiene forma de línea recta. Un paso detrás de otro y construye tu sendero.

Cámbiale el signo a lo que sientes. Coloca un más donde ahora ves un menos. La vida en positivo. Al fin y al cabo, tenemos mucha suerte de poder estrenar gafas y enfocar de nuevo. El agradecimiento nos hace resistentes, pero también nos hace amables por lo que tenemos. Créeme, tenemos mucho si lo comparamos con las personas que llegaron a un callejón sin salida en una habitación de cualquier hospital. Ellos ya no podrán, tú, en cambio, sí.

Aunque la situación duela, preocupe, canse, dé miedo, busca la forma de crear una nueva manera de salir adelante. Sé un ejemplo para ti y para los tuyos. Es hora de vencer a una pandemia con otra pandemia, la del sí y la de las oportunidades. Colocar el signo de más en nuestras vidas a partir de ahora significa también fortalecer nuestro sistema inmunológico. Así de fácil. Una actitud positiva es salud. Lo importante es que aquí estamos, dispuestos a enfocar de nuevo.