Todos los que llevamos unos cuantos veranos en la Comunidad Valenciana guardamos en nuestra memoria uno de esos días horribles de poniente. Yo tengo varios grabados, algunos en Valencia y su periferia, pero sobre todo recuerdo un par de episodios en la casa de campo de mis abuelos realmente abrasadores, en la Foia de Bunyol, y otro que jamás olvidaré por dónde y cómo estaba.

En verano de 2010, Televisión Española me ofreció la oportunidad de acabar mi formación universitaria con unas prácticas en su delegación valenciana. Tras unos meses de no mucha brega entre culebrillas de verano, mis últimos días en 'La 1' se impregnaron de calor extremo. El día 27 de agosto de aquel año fue realmente abrasador.

La AEMET acertó a poner avisos naranjas y rojos por calor en el Golfo de Valencia unas horas antes del momento culmen, así los medios se volcaron en cubrir la información con toda una parafernalia de periodistas, cámaras y lanzaderas. Yo me quedé en redacción para detectar los últimos datos y nutrir los speech de los redactores, que entraban en directo desde la playa de Las Arenas. Aún recuerdo la cara de gozo del periodista en pantalla cuando apareció la brisa adentrada la tarde. En esa jornada la ciudad de Valencia registró una temperatura máxima de 43 ºC, sin parangón en el siglo XX y que hasta hoy no ha sido superada.

Cuando llega la recta final de agosto, el chorro polar empieza a ganar intensidad gracias al descenso de temperaturas que se nota en el Ártico y su envolvente. El contraste entre ese aire frío septentrional, ya en aumento, y el cálido de latitudes medias va acelerando este río atmosférico que a lo largo de otoño e invierno transporta numerosas borrascas hacia Europa occidental. En estas fechas ya se van dejando notar estos centros de bajas presiones en la Península Ibérica, aún de forma muy leve pero suficiente para ir activando el viento de componente oeste. Cuando este último se abre paso hasta el Mediterráneo, el litoral oriental experimenta temperaturas muy altas, en muchos casos de hasta 40 ºC e incluso superiores.

Por ahí se habla mucho de que ha acabado la canícula, pero en la vertiente mediterránea realmente no se desactiva hasta el mes de septiembre. Si no hay poniente, porque las mínimas tropicales ahora están en su peculiar apogeo, y si aparece, pues eso. Nos torramos.