Hace solo unos años creíamos que el Sistema Solar era un bello (a la par que desierto) conjunto de mundos. Poco a poco, gracias a los estudios que se publican y los datos que obtenemos de los mismos, nos damos cuenta de cuán equivocados estábamos. Los cuerpos celestes vecinos de nuestro planeta, en su inmensa mayoría, reciben su nombre de la mitología clásica. Es el caso, por ejemplo, de Ceres. Este planeta enano, situado entre Marte y Júpiter, era considerado, hasta hace no mucho, un paraje árido y remoto. Una curiosa paradoja teniendo en cuenta que su nombre proviene de la diosa Ceres, la deidad de la agricultura y las cosechas. Sorprendentemente, gracias a los últimos estudios realizados, se ha descubierto la posibilidad de que, bajo su superficie, existan océanos de agua, ya que se han encontrado materiales muy similares a los que hay en las profundidades oceánicas de la Tierra. De confirmarse esta información, Ceres se sumaría con ello a los satélites Europa y Encélado, que orbitan Júpiter y Saturno, respectivamente. Ambos dos poseen grandes masas de agua líquida bajo su superficie. Y con ello, a su vez, se añade tanto un nuevo hallago como un nuevo misterio. Aunque creemos firmemente que, de haber agua, podría haber vida, aún no tenemos constancia de ello. Y parece que tendremos que esperar algunos años para poder arrojar algo de luz al respecto. Mientras tanto tendremos que conformarnos con nuestras imaginaciones y esperanzas.