España es un país del que nos podemos sentir razonablemente orgullosos. Así podría comenzar este artículo José María Calleja, periodista y escritor que, lamentablemente, se nos fue, víctima de la covid-19; lo que no pudo conseguir ETA lo logró el maldito virus. Este verano he aprovechado para leer su último libro publicado: 'Lo bueno de España'. Me sedujo el título y me animó la idea de realizarle un pequeño homenaje leyendo su ensayo e imaginando su voz en la radio o en la televisión. Acostumbrado al pesimismo secular que nos oprime, leer sobre aspectos positivos de mi país me ha resultado gratificante.

Últimamente me pregunto, demasiadas veces, por qué cada vez hay más españoles que no valoran los 45 años de paz que hemos vivido desde 1975 y las cotas de democracia alcanzadas. Quizá, si se molestaran en leer el ensayo de Calleja, cambiarían de opinión. Curso tras curso explico a mis alumnos que los que nacimos a partir de los años sesenta somos unos privilegiados porque hemos vivido en paz y hemos asistido a la mayor transformación social de España. Sin caer en una visión nacionalista, politiquera y patriotera, Calleja reivindica el lado bueno de España. Desmonta, con argumentos, algunas mentiras de la leyenda negra contra nuestro país. Analiza la transcendencia que tuvo la Constitución de 1812, considerada como modélica en el mundo por su modernidad. Valora la importancia de la Institución Libre de Enseñanza y el esfuerzo de los hombres y mujeres de las Misiones Pedagógicas. Pone en valor la literatura española y dedica un capítulo especial a las mujeres escritoras que se atrevieron a entrar en un mundo, en principio, de hombres. Considera Calleja a la Generación del 27 como una de las concentraciones de talentos más fructífera de España. Las maestras de la República, el éxito ejemplar de la Transición, la Constitución de 1978, las leyes de igualdad, el cine español o la derrota de ETA son algunos de los hitos que nos harán percibirnos mejor.

Siempre me ha molestado, especialmente, la apropiación o el rechazo que de la bandera de España han hecho sectores extremistas. Los símbolos de la nación convendría no identificarlos con posiciones políticas. Por ello me parece un ejercicio muy sano recalcar el lado progresista y moderno de España, sin complejos ni caídas en tópicos.

Por otro lado, reivindicar la España plurilingüe en la que la cultura supone uno de los mayores activos patrimoniales es muy saludable para encontrar lazos que nos unan. Defender una España que sea capaz de beneficiarse con la riqueza cultural que aportan las personas que, teniendo su origen en otros países, deciden vivir con nosotros nos hace mejores. Cuando el mundo supere la pandemia seguiremos siendo uno de los destinos preferidos para viajar; por algo será.

Año tras año, el informe 'Libertad en el mundo' que elabora Freedom House coloca a España como uno de los países más libres obteniendo en 2020 una calificación de 92 puntos sobre 100 en cuanto al respeto de las libertades fundamentales. España se sitúa por delante de Francia, Italia y Estados Unidos. Otro estudio anual, que evalúa el grado de libertad de los ciudadanos, es el World Justice Project que, en el pasado año, situaba a España en una posición destacada: puesto 16 entre 126 países. Concluyendo, vivimos en un país tolerante en el que el ruido diario no nos deja escuchar las buenas melodías; por ello, recalcar lo positivo resulta edificante para combatir el pesimismo y la baja autoestima de los españoles.