Opinión | tribuna abierta
Antón Costas | Economista
Por qué la covid-19 cambia la economía
Es una mala noticia que España sea el país europeo donde más rebrotes de la covid-19 se estén produciendo. Lo es, tanto por sus consecuencias sanitarias internas como por la reacción de los países europeos que, uno tras otro, están imponiendo cuarentena a las personas que proceden de España. Se transmite así una imagen de país poco seguro sanitariamente, frente al que hay que poner barreras de separación. Es un duro golpe para nuestra reputación como país y también para nuestra economía.
Esta mayor dureza con la que nos está maltratando la covid-19 no es porque la Madre Naturaleza quiera castigarnos por algún pecado que desconozco, sino la consecuencia lógica de nuestra menor capacidad para controlar su propagación. No nos hemos tomado en serio la pandemia. Vivimos aún con la fantasía de que es posible volver rápidamente al mundo de ayer. Es una fantasía peligrosa, que afecta a los poderes públicos, a la sociedad y al mundo empresarial. Esa fantasía ha llevado a algunos gobiernos autónomos a saltarse la fase 3 de la desconfinación. Son las comunidades que ahora están sufriendo mayor intensidad de los rebrotes. Desaprovecharon esa fase para, además de fortalecer el sistema público de salud, montar un sistema 'policial' de identificación, rastreo y confinación selectivo de aquellos los nuevos casos de contagio. Ahora están sufriendo las consecuencias de ese apresuramiento.
Pero también están pagando justos por pecadores. Las comunidades autónomas de fuerte dependencia del turismo, que tienen tasas inferiores de contagio a las del Reino Unido y otros países europeos, se ven, sin embargo, perjudicadas por la reacción de esos gobiernos a la mayor tasa de contagio de las comunidades autónomas que quisieron ir rápido.
También una parte de la sociedad ha querido volver rápido a las relaciones sociales alegres y desenfadadas del mundo de ayer. Vemos como es en actos familiares o sociales masivos donde surgen muchos de los rebrotes.
Tampoco veo aún en el mundo empresarial una clara conciencia de que la covid-19 ha cambiado la economía. Presionaron para reabrir rápidamente actividades turísticas, de ocio y hortofrutícolas con el argumento de las pérdidas. No tuvieron en cuenta que muchas actividades productivas y de distribución y consumo de bienes y servicios ya no se podrán desarrollar de la misma forma que antes. Parecen no entender que la economía ha cambiado con la covid-19. Me explico.
A los economistas se nos pregunta con insistencia por las consecuencias económicas de la covid-19. Naturalmente, no se necesitan conocimientos especiales de economía para pronosticar que en el segundo trimestre íbamos a tener una fuerte recesión económica. Si para controlar la propagación del contagio se cierran las puertas de la mayor parte de la economía, el resultado lógico es que la actividad se desploma. Los datos del segundo trimestre lo vinieron a confirmar. La mayor recesión desde la Segunda Guerra Mundial. Los efectos del conjunto del 2020 estarán condicionados por los rebrotes. En todo caso, la recesión del 2020 será profunda.
La suerte es que sus consecuencias sociales serán menores. Ahora hemos evitado la 'austeridad fiscal' de la anterior crisis que tanto daño social produjo. Los ERTE, el nuevo Ingreso Mínimo Vital y el anunciado subsidio a los parados sin prestación permiten aliviar los daños sociales de la recesión pandémica.
Pero, como he dicho, para pronosticar que la economía iba a entrar en recesión en 2020 no hace falta hacer ningún master. Es más difícil pronosticar los efectos de la covid-19 sobre el futuro de la economía. Los economistas no tenemos ninguna 'bola de cristal' para adivinarlo. Pero podemos utilizar las crisis anteriores para tratar de comprender cuál va a ser el impacto de ésta. Como señaló Albert Hirschman, prestigioso economista del Instituto de Estudios Avanzados de Princeton, «la historia no nos puede enseñar a resolver los problemas actuales, pero sí a mejorar la calidad de la discusión sobre ellos y la búsqueda de soluciones».
Para este ejercicio no nos sirve la crisis bancaria y económica de 2008; ni la crisis de las punto.com de 2001; tampoco las crisis de los años noventa y los ochenta. Todas ellas tuvieron su origen en desequilibrios internos de la economía: inflación, salarios, déficit públicos y déficit de la balanza de pagos. Eran como fiebres ocasionales que una vez controladas permitían a la economía recuperarse sin tener que reinventarse.
La crisis económica de covid-19 se asemeja a la crisis de los años 70. Aquella fue una crisis producida por un shock externo: el aumento, fuerte e inesperado, de los precios del petróleo, provocado por la guerra entre árabes e israelís. En la medida en que el petróleo es un bien que interviene en todas las actividades económicas, la subida de su precio 'contagió' a todos los sectores y cambió las ventajas competitivas. Fue el caso de España. Fueron los tiempos de la dolorosa 'reconversión industrial' que muchos aún recordarán. Muchas actividades dejaron de ser competitivas. Algunas cerraron, otras se reinventaron para adaptarse a la nueva situación.
La covid-19 es también un shock externo. Actúa sobre la economía a través del contagio de las personas. Dado que ahora la protección de la salud es una condición previa para el funcionamiento de todas las actividades económicas y sociales (escuelas), aquellas que no sean capaces de garantizar esa protección pierden sus ventajas competitivas. El ejemplo más evidente es el turismo y el ocio. Pero hay muchos otros. Tendrán que reinventarse o cerrar. Por este motivo se puede decir que la covid-19 cambia la economía. Pero es algo que parece que aún no hemos entendido.
La covid-19 nos obliga a cambiar nuestras prioridades. Ahora lo fundamental es invertir en salud. Sin esa inversión, el resto de la economía no podrá funcionar de forma estable. La salud se ha transformado en motor fundamental de una economía sana. Y en una nueva y poderosa industria para la investigación, la innovación, la actividad económica y el empleo.
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