Opinión
Armando Azulay Tapiero | Médico Especialista en Medicina Interna.
La salud es lo primero... pero no siempre
El Gobierno y la población en general tienen muy claro que, en lo que respecta a la crisis del Coronavirus, "la salud es lo primero"; con esta premisa se ha actuado desde el principio hasta el punto de llegar a una crisis económica sin precedentes consistente en el cierre de miles de empresas, en un aumento de la cifra de parados y familias enteras sin ningún recurso económico, crisis que tardará varios años, en el mejor de los casos, en ser revertida.
Estos hechos me llevan a plantearme la siguiente cuestión: ¿Por qué cuando se trata del coronavirus "la salud es lo primero" y cuando se trata de otras patologías con medidas efectivas para ser evitadas y que causan muchas más muertes, la salud deja de ser lo primero?
Recientemente se ha tomado una medida para evitar la transmisión (lo que implica una reducción del número de muertes) del coronavirus, que consiste en la prohibición de fumar en prácticamente cualquier lugar que no sea el propio domicilio de cada fumador. Es una medida que desde mi punto de vista es muy efectiva, pero no porque vaya a reducir la transmisión del virus en cuestión, los efectos serán mínimos, sino porque va a reducir las patologías asociadas al consumo del tabaco, que ocasionan más muertes que el coronavirus y además una utilización excesiva de los siempre limitados recursos sanitarios.
Los efectos nocivos del tabaco son conocidos desde hace muchas décadas, en el año 1954 el Dr. Richard Doll publicó una investigación que relacionaba el consumo del tabaco con el cáncer de pulmón, posteriores estudios llegaron a la conclusión de que además provocaba trombosis de las arterias coronarias con el consiguiente aumento de infartos de miocardio; hoy en día se sabe que el tabaco es uno de los principales factores de riesgo para padecer aproximadamente una veintena enfermedades graves y potencialmente mortales.
Pero ha tenido que llegar el coronavirus para que se plantease una restricción tan drástica de su consumo.
Al parecer, para prevenir el cáncer de pulmón, el infarto de miocardio o la broncopatía crónica obstructiva, por citar tres ejemplos de enfermedades que ocasionan muchísimas más muertes e incapacidades que la infección por el COVID19, la salud no se consideraba lo primordial, la "salud no era lo primero" de modo que hasta hace pocos años, conociéndose sin ninguna duda sus graves efectos nocivos, se permitía fumar en cualquier lugar y se hacía propaganda del tabaco sin ninguna restricción, posteriormente se ha ido restringiendo su uso, pero sin llegar a un nivel como el impuesto ahora.
Estas medidas tan rigurosas sobre el consumo de tabaco ocasionarán una reducción significativa del número de defunciones globales, pero no por reducir la transmisión del coronavirus, sino por reducir los efectos nocivos del tabaco. Lo lamentable es que estas medidas no se hayan tomado hace décadas y, sobre todo, que desaparezcan cuando se logre controlar esta pandemia, que será lo más probable.
Las medidas restrictivas que se están tomando con el coronavirus están hundiendo económicamente a grandes multinacionales del turismo, del espectáculo, de la restauración, etc.; me pregunto ¿por qué no se legisla sobre el tabaco para evitar muchas más muertes que las que provoca el coronavirus asumiendo el riesgo del hundimiento exclusivo de las multinacionales tabacaleras?
En definitiva, los muertos por coronavirus tienen un estatus especial, que obliga a evitarlos a toda costa hasta hundir la economía de un país, que no tienen los muertos por otras enfermedades evitables como las asociadas al tabaco.
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