Opinión | reflexiones
Maribel Lugilde
Consumidores de porvenir
Noches atrás, en una cena en un pueblo de Cazorla, en Jaén, asomó un muchacho que vendía calendarios de 2021. La portada era el consabido deseo de felicidad, esa página que arrancamos con la resaca de Nochevieja para verle la cara al nuevo enero. La imagen que ilustraba el periplo completo del año era -para gustos de cada consumidor de porvenir- virgen con niño, cesta de gatitos, paisajes o bodegones.
Observé la escena. El vendedor de futuro hizo cierto negocio entre los comensales. Todos le contemplábamos a hurtadillas y un único pensamiento recorrió las mesas. Nunca un año se autoamortizó así, embargados del deseo de llegar a su fin sin haber encarado el otoño. Nunca el año por llegar estuvo tan cargado de incertidumbres.
Quizás nuestros padres y abuelos saben lo que es recelar del presente tanto como del tiempo al que se fían los sueños. Pero nosotros no. No hemos vivido pandemias, guerras, postguerras, dictaduras. Ellos sí y qué bueno sería ahora saber -de verdad- cómo encararon aquello. En vez de asistir a su decadencia como si fuera un mero trámite sanitario. Ellos, que son los depositarios de la sabiduría de existir. Tan necesaria.
Barruntamos, eso sí, aislarles de nuevo para salvarles. Pero con la experiencia de los meses vividos, intuimos que el aislamiento salvador es, en realidad, perverso. Les condena al infierno en el ocaso de sus vidas. Marzo fue nuestra infancia y diciembre será la senectud, ese tiempo que «nos escombra y congela el futuro», según Mario Benedetti. Por eso, añadía el poeta, aférrate en otoño al «viejo cariño que nos queda».
El 2020 será una vida, con sus inocencias perdidas, derrotas y saberes. La cuestión es ser capaces ahora -con año por transitar- de aplicar lo aprendido en el camino y encarar la próxima embestida. Pero no. Compartimos incertidumbres, intuimos que hemos de sumar fuerzas pero seguimos incapaces de estar a la altura.
Nuestros gobernantes recelaban del mando único pero tampoco la suma de mandos únicos fue la solución. Piden unidad frente a la crisis pero priorizan sus ansias de poder. Nosotros fuimos capaces de confinarnos pero nos desconfinamos como en un perpetuo sábado noche. Exigimos cumplimiento de las medidas preventivas pero somos indulgentes con nuestros pecadillos. Negacionismo, vandalismo, odio, aporofobia... asoman como un monstruo de varias cabezas.
Llegará el otoño y hemos de afrontarlo. Los indicadores de recesión, la sanidad asfixiada, la educación en tormenta perfecta. Antes de arrancar la primera hoja del próximo calendario tenemos una tarea. Hacerle frente con unidad y madurez es nuestra única alternativa.
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