Se llamaba Sara, era la protagonista de aquella canción que escribió, e interpretó, Víctor Manuel en 1983, dentro del álbum 'Por el camino'. Esto no es un cuento de hadas, ni de princesas que se casan, sino la cruel realidad de una joven violada, que, a la segunda falta, la madre le prepara viaje de fin de semana, mientras le dirán al padre que «va de acampada». Londres era la opción, aquí nos podían violar, y también encarcelarnos por abortar.

Una historia sin final que, en muchas ocasiones, ocurre dentro de la propia familia. Pero, ¿cómo poner el ojo en el núcleo que sostiene a toda la sociedad? Nos haga bien o mal, el que nos amarra con hipoteca incluida, para dar consistencia a los gobiernos de cualquier color político (si es que varían en algo los unos de los otros).

En la etapa de Zapatero, los más progres consideraron un derecho fundamental el matrimonio del mismo sexo (yo también), y se logró el 3 de febrero de 2005, repitiéndose las mismas fórmulas heteros, cambiando sacerdotes e iglesias por alcaldes y/o concejales en ayuntamientos. La oposición votó 'no' pero se beneficiaron de ello y, una vez más, los vicios privados, se equilibraron con las virtudes públicas. Véase la boda del entonces alcalde de Vitoria, Javier Maroto, entre otros.

El problema era la reproducción, porque claro, no basta con estar religiosa o paganamente casados, es necesario colmar más deseos, que ni Aladino los consigue, pero sí el dinero. La ciencia o parte de ella se unió al mercantilismo y nos convirtió a las mujeres, en especial a las más pobres y vulnerables, en vasijas de alquiler. El mismo concepto que la prostitución, pero con sexo 'entubado' y masturbación previa, comercializando la maternidad y el fruto de la misma. No creo que lo vea con buenos ojos ni el mismísimo Espíritu Santo. Pero muchos sí, y lo llaman «libertad».

En nuestro país no está legalizado, pero se permite la llegada de estos bebés comprados fuera de él, de manera especial a esos 'papás' ricos y famosos que dan un excelente ejemplo de «una mierda me importan las gestantes en particular, y las mujeres en general». Es como si ellos estuvieran exentos de ética, moral, coherencia... Y para completar el disparate, algunos y algunas, que se dicen de izquierdas, pretenden legalizar la ley que nos 'borra' a las mujeres.

Nacer mujer no es relevante. Y precisamente esto lo aprovechan los defensores del patriarcado para pretender convencernos de las atrocidades de los otros, aunque ya les imagino a aquellos, cuyos nombres de momento me callo, en busca de su 'tuc-tuc', el que esconden en el armario, al igual que hicieron con el santo o pagano matrimonio.

Me gustaría escribir sobre cosas refrescantes, y sentirme 'regadera', que para eso aún estamos en agosto, pero la vida sentimental del torero de moda, o del emérito, me importa un carajo, y sus habilidades sexuales, dos. Lo que no parece muy de valiente, ni patriótico, es elegir los Emiratos Árabes como destino.

Resulta que igual vuelven a encerrarnos, y los que no tenemos opción de ERTE, ni dónde emigrar, nos apresuramos a hacerlo, para que al menos tengamos salud, incluso sin darnos tiempo a comprar el papel higiénico, que esta vez no lo vamos a necesitar. Sin comer, no se des-come, y mientras, el no emérito, el presidente y los unos, y los otros, se han tomado unas 'vacaciones'. Dicen que, creando tendencia en moda, y recibiendo aplausos, preparados, en islas especialmente machacadas por la ausencia del turismo, uno de los principales sectores económicos del país, cuyo desplome va a incrementar el paro y la ruina empresarial.

Sinceramente añoro los posados de Ana Obregón, pero las noticias que hoy me hacen llorar siguen siendo las mismas, solo cambian los nombres. Mujeres e hijos asesinados por maridos, exparejas y papás, aunque ya no son noticia, porque forman parte de lo cotidiano. Pese a ser el terrorismo que más víctimas causa, y sin minimizar ni justificar, por supuesto, otros. En más de 40 años de existencia de ETA, la banda mató a 179 personas menos que la violencia machista en los 17 años que se contabiliza.

Continúan, eso sí, los titulares que siguen hablando de «muertas», como si a las mujeres nos diera por morirnos apuñaladas, y nuestros hijos e hijas, nietos y nietas, nacieran con la maldición de ser abusados/as, y asesinados/as por ellos.

A pesar de la frivolidad con la que Arturo Pérez Reverte pretende vender su cada vez peor literatura, a base ahora del «tocamiento a su brazo» de una mujer, y por supuesto, de lo indefenso que se siente ante la ley, les aseguro que, aunque fuese el único macho del mundo, y yo, confesa hetero y activa sexual, que lo soy, no me pondría ni lo más mínimo. Prefiero el de santa Teresa.

Por supuesto que no son así todos los hombres, pero hombres son. ¿Qué hacen los que no? ¿Y esa mayoría que se calla? ¿Por qué no se manifiestan tajantemente contra ellos? Por lo general, recibo más mensajes diciendo que «ellas también lo hacen» y respuestas que se defienden, insultándome o hablándome de «chiringuitos feministas» que, personalmente, ignoro. Si usted no es uno de ellos, no se defienda. De ustedes no hablo, ataquémoslos juntos.

Tengo la triste impresión que el terrorismo de género lo hemos convertido en otro negocio, además de los vientres, los malos tratos, y los abusos a los niños/as, les vienen muy bien a todos los alrededores, que sí están haciendo el agosto con los juzgados abiertos.

No, no estuve en la manifestación que apoyaba Miguel Bosé, aunque no tengo ninguna seguridad en la eficacia del uso de la mascarilla, ni los apellidos de este virus invisible que no permite lo que sigo necesitando cada día: abrazar a quienes quiero, ver a mis amigos, leer los labios y besarlos. Pero tengo claro que iluminados como él solo entorpecen la salud de todos. Y no es la covid-19 la canción del verano.