Los acontecimientos se suceden a velocidad de vértigo. Llevamos un año en el que se han producido hechos imprevistos que nos han cambiado comportamientos colectivos instalados durante siglos. El origen parece evidente, nos enfrentamos a un problema que se conoce desde antiguo, se llama pandemia; en otros momentos le llamaron plaga, o incluso maldición, por la intensidad y lo desconocido de los males que causaban. Transitamos un fenómeno cuya principal seña de identidad es la incertidumbre.

Frente a esta inquietante sensación de desconcierto se generan actuaciones gubernamentales de todo tipo, algunas sustentadas en una lógica evidente, pero también hemos comprobado respuestas poco meditadas, impulsadas por una de las señas de identidad del momento, que obedece al poderoso influjo de las redes sociales y los medios de comunicación que presionan constantemente para forzar a los dirigentes a que adopten determinadas medidas, basadas en la manipulación de la opinión pública.

Estamos a tiempo de hacer balance y de mirar hacia el futuro. La respuesta sanitaria más contundente está pendiente de la existencia de vacuna o de un tratamiento suficientemente potente frente a la covid-19, algo que posiblemente no tardará demasiado, al menos eso destilan las opiniones de los expertos. Pasada la emergencia sanitaria aparece la emergencia social y económica. Las consecuencias no tienen parangón y tampoco se solucionan con una vacuna. Se puede hablar de desastre planetario, sin riesgo a equivocarse y, además, con una distribución desigual de daños ya que depende de los soportes y de los diques de contención previos.

En Novaterra llevamos mucho tiempo viajando por las zonas más ásperas de las incertidumbres. Trabajamos con personas que raramente pueden apostar con alguna confianza hacia su futuro, ya que carecen de elementos solventes con los que intervenir para salir de una situación de exclusión social. Nuestra tarea, precisamente, consiste en ayudar a tejer estos puentes hacia una salida en la que, con un trabajo previo de acompañamiento se minimice la falta de certidumbre.

Desde la experiencia queremos aportar nuestro grano de arena. Consideramos que la única forma de salir sin dejar heridas incurables entre la ciudadanía es hacer una reconstrucción desde lo social. No nos gusta utilizar el término 'nueva normalidad' porque los estándares previos a la crisis tampoco nos parecían aceptables ni normales. De igual forma que una respuesta que proceda de una sola chistera difícilmente puede alcanzar resultados eficaces, la fórmula para alcanzar buenos resultados pasa por establecer cauces permanentes de diálogo entre el gobierno y la sociedad civil. De manera concreta, consideramos urgente la elaboración de un plan autonómico para la inclusión social por el empleo. La Generalitat podría liderar un programa en el que participaran aquellas entidades con experiencia en la creación de puestos de trabajo desde un enfoque social.

Una manera eficaz de llevar a cabo la colaboración público-privada puede consistir en establecer convenios o conciertos que exigieran logros de empleos resultantes del impulso de medidas de emprendimiento, autoempleo y creación de empresas con impacto social, especialmente dirigidas a aquellos que, antes de la crisis, ya no tenían espacio y en este momento van a tener que competir con otros muchos que proceden de ámbitos socioeconómicos de mayor confort que ahora han desaparecido. Esta es la forma en la que podemos sacar provecho de la experiencia, poniendo al servicio de la colectividad las iniciativas en materia de innovación social que hemos podido demostrar, mediante los resultados alcanzados. Vivimos tiempos pantanosos donde los experimentos y las ocurrencias solo sirven para incrementar el clima de inseguridad al que estamos sometidos.