Cruda realidad. De poco sirve haber estado más de dos meses encerrados en casa para intentar controlar esta pandemia. Los últimos datos son infalibles. De poco han servido también las favorables condiciones atmosféricas de verano para limitar los contagios. El factor humano, como siempre se ha señalado, es el fundamental para entender la expansión y vitalidad de este coronavirus.

Ahora estamos viendo a lo que lleva la imprudencia, el no querer cumplir las recomendaciones sanitarias básicas que nos han señalado los expertos. Se ha puesto de manifiesto el gran problema de nuestro país: la educación. Y no es una cuestión sólo de los jóvenes. Es una realidad cultivada por toda la sociedad española. Sin olvidar las carencias en la gestión de la crisis sanitaria que se perciben, en unos territorios más que en otros. Pero aquí no hay fronteras ni colores políticos. Otoño muy complicado. Tampoco ha servido casi nada el confinamiento para mejorar el proceso actual de calentamiento climático global.

Un reciente estudio publicado en Nature Climate Change señala que la disminución de las emisiones de CO2 registrada durante las semanas de confinamiento en diferentes países del hemisferio norte y el descenso en los desplazamientos y viajes que ha seguido en los meses siguientes apenas ahorraría 0,01ºC de calentamiento en 2030. Incluso si este descenso de los viajes se mantuviese también en 2021. De manera que el 1,5º C fijado internacionalmente como objetivo deseable a alcanzar a finales de siglo, no se va a poder cumplir. Necesitaría una disminución anual de emisiones del 7 % en la década actual. Los datos mundiales de emisiones de gases de efecto invernadero en 2019 indican un aumento de 0,6 % . La proporción de CO2 en la atmósfera terrestre sigue al alza, sin control desde 1957.

¿Aún pensamos que dos meses o dos años de actividad económica atenuada va a solucionar el problema del cambio climático actual?