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Camilo José Cela Conde

Magia

Bastaría que desde Waterloo o desde Vitoria vetasen la vacuna para que buena parte del Gobierno nos colocase en cola para negar el único remedio contra el virus

Para mí, la noticia de los últimos días es la de la disolución por parte de la policía alemana de la marcha negacionista de Berlín que tuvo lugar el sábado. Cerca de 15.000 personas salieron a la calle sin protección ni distancia de seguridad alguna al amparo del eslogan de "Festival de la paz y la libertad". Estamos ya acostumbrados a que se utilicen palabras como las de paz, libertad y democracia para llevar a cabo iniciativas del todo contrarias a tales valores pero sí que es toda una novedad la de comprobar que hay un Gobierno, aunque sea en Alemania, que gobierna y, además, que lo hace siguiendo criterios políticos que se derivan de las evidencias epidemiológicas y sanitarias. Vaya sorpresa cuando, aquí, andamos todavía metidos en la indefinición más absoluta por lo que hace al uso de la ciencia por parte del poder. Viene a dar lo mismo proclamarse terraplanista, creer que las vacunas matan o sostener que existe un comité de expertos que dicta la estrategia política para combatir la pandemia, cuando no lo hay. Se trata en todos los casos de la apuesta en favor de la magia como instrumento para entender el mundo. Habida cuenta de que la llegada de la vacuna contra el Covid-19 parece ya próxima, aterra pensar en lo que harán desde la Moncloa a tal respecto. Porque bastaría que desde Waterloo „o desde Vitoria„ vetasen la vacuna para que buena parte del Gobierno intentase colocarnos a todos, a la fuerza, en cola para negar el único remedio real contra el coronavirus.

La magia está bien presente en nuestras vidas. Se acerca la luna llena del 2 de septiembre „mañana„ y los diarios reproducen la imagen de ese plenilunio especial, de brillo intenso, publicando interpretaciones artísticas de la cara de nuestro satélite con los ojos, nariz y boca que forman los mares oscuros que no lo son, porque mantenemos el nombre mágico de mar para denominar las superficies oscuras de la lava basáltica que le prestan a la luna sus rasgos faciales. El cine antiguo ya aprovechó la llegada de un cohete que dejaba a la luna tuerta al caer sobre uno de sus ojos. Y si hay quien piensa que se trata de meras ilusiones en las que nadie cree, debería preguntarse por qué se siguen publicando horóscopos en los diarios.

Seguiremos, pues, manifestándonos en contra de las medidas higiénicas, las vacunas y hasta los hospitales mientras desde el Gobierno miran hacia otro lado porque no termina de quedar claro dónde acaba la magia y dónde empieza el sentido común „si es que empieza„ en la política española. Basta con decir bien alto desde los editoriales del diario pro- Sánchez que la ex-portavoz del Partido Popular Álvarez de Toledo es de extrema derecha para que no haya que aportar ni la más mínima prueba en favor de tal afirmación. La magia no necesita nunca argumentos porque el simple hecho de reclamarlos le sitúa a uno en el grupo de los magos más malignos de todos, esos que miran a la luna y ven sólo rocas iluminadas cuando, como es obvio, se trata de la diosa blanca que controla nuestras vidas. Y nuestras muertes.

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