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Feminismo con peineta

El podcast coplero de Lidia García reivindica un género que acogió la diversidad en tiempos del nacionalcatolicismo

Los meses de confinamiento dieron mucho de sí. A Lidia García le sirvieron para lanzar un podcast de copla española, feminismo y reivindicación LGTB. La combinación es, cuando menos, insólita. Sorprendente y, sin embargo, tan evidente. Las coplas y las folclóricas, enseña del nacionalcatolicismo, hablaban de amores infieles, de mujeres que se aman, de madres solteras, de muchachas que se entregan por dinero. Y esas canciones sonaban en los salones de la gente decente y las cantaban las madres y las abuelas mientras se afanaban en tener la casa limpia y a la familia alimentada, que era lo que toda mujer de bien tenía que hacer, sin excepción.

Lidia García ha inventado el feminismo coplero. "Si no puedo llevar peineta no es mi revolución", es su lema. Dio algunas vueltas antes de llegar a esa conclusión. Esta historiadora del arte, que nació y vive entre Murcia y Albacete, creció escuchando cantar coplas a las mujeres de su casa. Cuenta que renegó de ellas, de las coplas, durante una época de reafirmación personal, en la que llegó a creer que esa música tan sentida y tan del pueblo, de la que se apropió el franquismo, como de tantas otras cosas, no cuadraba bien con la chica feminista y de izquierdas que ella se había propuesto ser. Hasta que comprendió que no hay manera de dejar de ser quien somos y que ella era coplera, una coplera queer.

Interese o no el género, los podcast de Lidia García son una delicia. Si no te atrapan por un lado lo hacen por otro. Ella misma tiene mucho de folclórica, una inteligencia fina finísima y una gracia descarada como las de las cantantes que tanto admira. Conoce tantas historias y detalles sobre ellas y sus canciones, las cuenta con salero, ironiza, bromea, a veces se lanza a cantar y todo eso lo sostiene con un discurso de fondo, en el que resuena su forma de entender las cuestiones de género y la diversidad sexual.

En "¡Ay, campaneras!", Lidia García habla de los chismes de la época de oro de las folclóricas, sobre la supuesta aventura sexual de Imperio Argentina en Alemania con Marlene Dietrich, desmentida por la cantaora, de los escarceos lésbicos entre las artistas, de las solteronas, de los mariquitas, de los dimes y diretes, de la pobreza y la supervivencia. De la copla lo sabe todo.

Con esas historias, que pensábamos que eran rancias y en las que ahora descubrimos muchas de nuestras preocupaciones actuales, reconstruye la lucha cotidiana de las mujeres que vivieron encorsetadas en una época en la que la uniformidad era ley, y que excluía y perseguía cualquier mínimo atisbo de diversidad. Las coplas fueron el desahogo de las mujeres, que escuchaban en ellas las historias de las que no se podía hablar. También de homosexuales y travestis, que se liberaban interpretándolas. Había que vivir callando, pero nadie les impedía cantar.

Lidia García vive el feminismo a través de la copla, sin prejuicios académicos, lo reconoce aunque no está etiquetado. Feminismo era lo que hacían las mujeres que "tiraban p'adelante" en tiempos de escasez, material y espiritual, valientes pese a la sumisión que se les imponía, alegres cuando se podía y sentidas en su desgracia. Fregando suelos y preparando pucheros. Sacando adelante a la familia. Lidia García, que es una mujer joven y solo sabe de aquello de oídas, es capaz de entender, ve más allá, y nos las descubre fuertes y copleras.

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