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Por cuenta propia

Contactos estrechos

Salut nos ha pedido a todos los ciudadanos que reduzcamos al máximo nuestro círculo de contactos estrechos como modo de frenar los contagios de coronavirus. Para facilitarlo se reserva la posibilidad de establecer toques de queda por zonas y otras restricciones que dificultarán temporalmente la actividad social. Cuatro barrios de Palma serán los primeros en sufrir estas medidas a partir de mañana viernes. Por otro lado, se reanudan las clases en los centros educativos, donde el Govern garantiza que los escolares tendrán un entorno más seguro que en sus propias casas o en la calle.

La reapertura de los colegios es una buena noticia, pese a que muchos niños acepten a regañadientes el fin de las vacaciones y la vuelta a los deberes, los exámenes y la disciplina académica. La ilusión de juntarse de nuevo con los compañeros queda enturbiada por algunas incertidumbres; la primera de ellas, si podrán relacionarse con aquellos por los que sienten más predilección o tendrán que ajustarse a su grupo de convivencia. Las nuevas reglas dibujan un paisaje contradictorio, donde prevalecerá el aislamiento selectivo en un lugar que siempre potenció la interacción de todos con todos. Sobre el papel imaginamos esos mismos patios donde nuestros hijos jugaban revueltos y anárquicos convertidos hoy en un collage de pequeñas islas humanas delimitadas por la distancia de seguridad, sin posibilidad de contacto físico entre sí. La escuela a la que regresan ya no es la misma de ayer, como tampoco lo es el mundo exterior; el número de alumnos de nueva incorporación ha crecido menos de una décima parte de lo que suele ser habitual, por la caída del empleo que atraía trabajadores de otras regiones.

Paralelamente, otro curso, el político, arranca con asignaturas enrevesadas, como la aprobación de los presupuestos, la prórroga de los ERTE o la renovación de la cúpula del Poder Judicial. Aspectos todos que requieren una gran dosis de consenso. El Gobierno medirá su capacidad de negociación y la oposición, la sinceridad a la hora de exhibir su sentido de Estado. Lo que estamos viendo por ahora dista mucho del éxito. El líder del PP, Pablo Casado, cercenado por las investigaciones judiciales a ex altos cargos de su partido, acude con recelos y escasa humildad a este tiempo tan necesitado de concordia y entendimiento, sugiriendo que Pedro Sánchez, el presidente del Ejecutivo, solo busca su "rendición incondicional". La pandemia no ha cambiado el modo crispado, peyorativo, de hacer política. La nueva normalidad era para todos los demás; los políticos siguen instalados en las viejas costumbres. Mientras se multiplican las cuarentenas en los hogares, la crispación en la arena parlamentaria sigue campando a sus anchas.

Los colegios serán un laboratorio de la nueva convivencia y puede que sean los niños, con esta experiencia, quienes nos enseñen a nosotros cómo hay que navegar por este nuevo orden de cosas. Nos movemos en un escenario volátil, en el que muchos contemplamos la vuelta al cole como uno de los pocos símbolos de una normalidad que por lo demás es muy inestable. A ninguno nos gusta que nos digan qué podemos o no hacer, pero la mayoría lo aceptamos porque comprendemos la fragilidad de esta época que nos toca vivir. ¿Qué pasaría si todos entendiéramos esta postura como una claudicación? Por eso, cabe esperar, de los partidos y de los dirigentes, que no comercien los unos su voto en asuntos de extremada urgencia y delicadeza y los otros, que no aprovechen la jugada para blindar cuestiones ajenas a esta crisis sanitaria. No pierdan ustedes la perspectiva; el contacto entre la política y la ciudadanía es cada vez menos estrecho, y ahora tienen ustedes la ocasión de revertir esa tendencia o perpetuarla, porque la confianza depositada es bastante superior a la que, a la vista de los acontecimientos, muchos querrían.

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