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Julio Monreal

Hasta 2030 con los dos Mestallas abiertos en canal

Hasta 2030. Ése es el plazo que ha pedido esta semana el presidente del Valencia CF, Anil Murthy, al ayuntamiento de la capital (en su entrevista con el presidente de la Generalitat no explicitó ese dato) para tener terminado el nuevo estadio de Benicalap y resolver todo el embrollo urbanístico y económico en el que se halla el club de Mestalla desde hace más de una década.

Peter Lim, el millonario que compró un club de fútbol pero no quería ganar títulos con él (por lograr la Copa del Rey contradiciendo sus indicaciones echó a Marcelino), no tiene ahora recursos ni para compensar a la ciudad por lo mucho que ésta le dio ni para culminar el nuevo coliseo pese a su abundante aprovechamiento paralelo a lo deportivo ni tampoco para reintegrar a la trama urbana el estadio de la avenida de Aragón. Su bajón deportivo (el equipo está fuera de competiciones europeas para la temporada que hoy comienza) tiene como consecuencia un desierto económico por la caída de ingresos que no se va a paliar ni con la venta de joyas de la plantilla, como los ya ex jugadores Rodrigo, Ferran Torres, Parejo, Coquelin y otros que vendrán.

Las estrecheces financieras -el club quería abonar con pagarés a un año los sueldos de los jugadores- y la mediocridad de los últimos meses en las competiciones están acompañadas en estos tiempos por una incapacidad inexplicable para empatizar con la afición. Nunca en la historia reciente del club ha habido tanto desapego social hacia la entidad que en las últimas décadas ha paseado el nombre de la ciudad por todo el mundo. En el Gran Bazar de Estambul o en la Ciudad Prohibida de Pekín, hablar de Valencia implicaba que la población local respondiera recordando a Kempes o a Romario. Hoy no hay figuras a las que ensalzar ni gestas que subrayar. El Valencia es, dentro y fuera de su ciudad, ese club que lleva 11 años con las obras paradas de su nuevo estadio, que no cumple con sus obligaciones económicas y urbanísticas, que no está a la altura de lo que sus aficionados esperan en lo deportivo, y que está dejando escapar, aunque sea por un pequeño agujero, parte del crédito social que late en el corazón de decenas de miles de aficionados desde hace más de cien años.

El nuevo estadio había de estar acabado en 2021; el viejo Mestalla, demolido en 2023 y reconvertido en pisos y una galería comercial a estrenar en 2025. Ni una ni otra ni la tercera. Murthy quiere una prórroga hasta 2030 para cumplir sus obligaciones. Y ofrece construir ahora, a toda velocidad, el polideportivo que debe al barrio de Benicalap. Que no es que sea un gesto de buena voluntad del Valencia CF para con los vecinos por las molestias. Es que es una obligación legal, contraida a cambio de recibir del ayuntamiento los 90.000 metros cuadrados del solar para nuevo estadio. Dinero en metálico, suelo para compensar la pérdida de superficie deportiva con el derribo del viejo Mestalla y un polideportivo llave en mano en Benicalap. Ése era el trato. Pero nadie lo exigió, ya fuera por afinidad con el club, por ganas de ayudar, por respeto a una de las principales instituciones de la Comunitat o por miedo. Pero las cosas cambian. Hace diez años nadie cuestionaba la monarquía en España y hoy es el deporte nacional.

El presidente Puig se ha mostrado abierto a prorrogar la vigencia de la Actuación Territorial Estratégica (ATE), la herramienta que la Generalitat aprobó para el Valencia a fin de agilizar y facilitar todos los procesos relacionados con la puesta en marcha del nuevo estadio y la salida del viejo. Pero habrá prórroga solo a cambio de compromisos firmes. El alcalde Joan Ribó no quiere líos en su último mandato municipal ni con el València ni con su afición, y prefiere ventilar la crisis con una suave reprimenda y el compromiso de que en el plazo de un año esté ejecutado el polideportivo de Benicalap. Ha sido Sandra Gómez, vicealcaldesa y responsable de Urbanismo, quien le ha puesto las peras a cuarto al presidente valencianista exigiendo compromisos, realidades y no humo. De momento ha declarado la caducidad del expediente de transformación del viejo Mestalla en pisos y comercios, cumplido de sobra el plazo que tenía el Valencia para actuar. Y está dispuesta a exigir la parte de la ciudad en los acuerdos. Diez años más de exposición de ruinas en el nuevo estadio son demasiados, y otros tantos a la espera de una solución urbanística para el antiguo coliseo también. La pelota está en el tejado€ del Valencia CF.

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