Los efectos del cambio climático son cada vez más evidentes y devastadores. En enero vimos cómo un episodio de gota fría - o DANA, como se denomina ahora - arrasó en muchas comarcas con lo que encontró a su paso. Fue el preludio de otro más devastador del que aún nos estamos recuperando material y emocionalmente. Nadie discute ya que la ferocidad de estos fenómenos ha aumentado por el cambio climático y debemos reconocer que, en muchos aspectos, llegamos tarde. Por ello, además del reto de frenar el cambio climático debemos adaptarnos a él en muchos ámbitos. Tenemos que hacer políticas en ambos sentidos. València debe adaptarse a episodios meteorológicos cada vez más duros y debe invertir de forma decidida en la infraestructura hidráulica de la ciudad. No se ve pero la ciudad que se esconde bajo nuestros pies será la que nos proteja de inundaciones. Ante la invisibilidad de esta urbe subterránea, lanzamos campañas de concienciación ciudadana para fomentar el cuidado de una red que estuvo al borde del colapso por la acumulación de residuos, especialmente, por las populares toallitas. Los trabajos que se desarrollaron para desatascar el colector norte durante el anterior mandato fueron un referente para otras ciudades pero, sobre todo, sacaron a flote la alarmante situación en la que se encontraba la arteria principal de la ciudad, tras décadas padeciendo una inversión tan mínima como temeraria. Gracias a esta actuación, evitamos el desastre medioambiental que habría supuesto verter miles de toneladas de basura al mar. No podemos permitir que esta situación se repita. Por eso, estamos poniendo en marcha un plan de inversiones sin precedentes en la red de alcantarillado y saneamiento de la ciudad, que alcanzará los 170 millones de euros para los próximos 15 años. Este plan no implica sólo que mejoramos nuestras infraestructuras, sino que lo hacemos de forma ordenada y coherente, con la mirada puesta en el medio plazo. La ejecución de siete depósitos de tormentas, que complementen los dos que tenemos actualmente, nos permitirá afrontar los futuros acontecimientos meteorológicos con muchas más garantías y seguridad.

Este elemento, tan básico en su funcionamiento, resulta también básico en una ciudad como la nuestra, donde apenas llueve unos días al año, pero se somete al sistema a una fortísima presión en un corto espacio de tiempo. No podemos rehuir la necesidad de hacer inversión en la red de alcantarillado y saneamiento de nuestra ciudad, porque sería una temeridad repetir los errores del pasado que a punto estuvieron de desembocar en una catástrofe. La red de saneamiento es un equipamiento vital que mejorará nuestra capacidad de respuesta ante fenómenos que han ido recrudeciéndose en las últimas décadas y lo seguirán haciendo. Las inversiones en las grandes urbes y sus áreas metropolitanas se encuentran con un elemento que, sin duda, complica y ralentiza la planificación y ejecución de las mismas: la distribución de competencias en materia de aguas residuales entre las diferentes administraciones. Las administraciones locales debemos hacer grandes esfuerzos inversores para mantener nuestra red en buen estado, pero la administración autonómica debe asumir plenamente sus competencias y ejercerlas, con ayuda del generoso canon de saneamiento que pagan las personas consumidoras. Con los recursos disponibles tenemos que definir una política de agua que no se limite a distribuir agua entre los diferentes usos, sino que responda a escenarios futuros más adversos. Una política de infraestructuras hidráulicas que nos proteja ante la emergencia climática que promete escasez y afectará a la calidad del agua. En ese sentido, tenemos que aspirar a una corresponsabilidad y una cogestión de las infraestructuras ante un fenómeno que debemos y sólo podemos abordar desde ámbitos complementarios. En el caso de València, la ciudada no puede aspirar a que una inversión de 36 millones de euros, en la infraestructura hidráulica con más externalidades negativas de la ciudad y su área metropolitana, la depuradora de Pinedo, contemple exclusivamente medidas para paliar las molestias a vecinos y vecinas, que llegan, además, tras una sentencia judicial. Estas mejoras deben diseñarse, además, de forma que no supongan una ocupación mayor de territorio, al menos en el término municipal de València, que lleva décadas asumiendo el tratamiento de aguas residuales de 19 municipios. Por estas razones, València va a presentar alegaciones al Plan Especial de la Depuradora de Pinedo. Porque la depuradora de Pinedo necesita inversiones que mejoren la seguridad y la capacidad de la instalación, para evitar vertidos al azarbe en episodios de lluvia, y que aumenten la cantidad de agua tratada que puede destinarse a otros usos, como aporte hídrico a la Albufera o la huerta. Solo mediante unas inversiones que anticipen el futuro desde el presente podremos hacer frente al desafío que supone para ciudades como la nuestra adaptarse al cambio climático.